Las insurrecciones del arcoíris de
Efebo Díaz
Por: Moisés Pinzón Martínez
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La calidad de la narrativa
no le tiene nada que envidiar
a los más famosos escritores
del realismo mágico.
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En mi época de dirigente
estudiantil, había escuchado algunas narraciones sobre la insurrección de Veraguas en 1952; donde el pueblo entero –ganaderos, campesinos, pobres,
profesionales, comerciantes, estudiantes y hasta la iglesia- hace el primer asalto al cielo en nuestro
país, en defensa de la Escuela Normal
Juan Demóstenes Arosemena. La población en franca desobediencia civil sustituye
todos los poderes del Estado, independizando la región de la hegemonía de poder
gubernamental.
Sorpresa fue la recibida el 6 de
enero, cuando Cesar Del Vasto me entregan el libro “LAS INSURRECCIONES DEL
ARCOIRIS”, escrito por Efebo Díaz. Mi primera impresión fue de asombro por la
calidad de la presentación, e igualmente sabía que era de mi interés por el
tema que trataba, independientemente que a lo mejor no estuviera bien escrita,
lo leería con agrado, pensé; su valor es que el que lo escribe, aun siendo su
primer libro, vivió esa realidad, así que la información es de primera mano.
Inmediatamente empecé a leerlo ante
mi asombro, en cada página que avanzaba, de la destreza con que estaba escrito,
hacía muchos años que un libro no enganchaba mi emoción de lector en la
magnitud en la que éste lo estaba logrando. No paré de leer hasta que el
cansancio me venció.
En su lectura amena, se encuentran
entrelazados los hechos en forma diáfana y detallada, y que pareciera ser una
novela, un cuento inventado por un soñador consumado. Como tenemos somera referencia
de los nombres y los hechos, puedo estar seguro que cada narración es el
producto de la vivencia, excepcional memoria y capacidad de investigación que
el autor en forma sorprendente demuestra; mucho más cuando él no tiene
precedentes de escritor. Dentro de 50 años es muy posible que los lectores de
este magistral libro piensen que fue el
producto de la imaginación de un buen escritor.
La calidad de la narrativa no le
tiene nada que envidiar a los más famosos escritores del realismo mágico.
Sin embargo no es lo mismo, nuestro escritor abunda en detalles sobre el comportamiento humano y su accionar de los hechos vividos. Como consecuencia, el lector puede proyectar en su mente la película de los eventos, soñarla, incluso sentirse parte de los protagonista. Y a diferencia de los consagrados escritores de este género de la literatura, en este caso todo o casi todo es verdad.
“Las Insurrecciones del Arcoíris” no es un conjunto de realidades a medias envueltos en un manto de fantasías, es un conjunto de vivencias, amores, sudores y lágrimas de varias generaciones de panameños que fundamentalizan una cadena de eventos, entrelazándolas en la afanosa búsqueda de su identidad, a lo que Torrijos le llamó “relevo generacional”. El rechazo de los tratados Filos-Hines en 1947, la insurrección de Santiago en 1952, el Pacto de la Colina (1958), junto con la frustrada guerrilla de Cerro Tute en 1959, y la huelga de las bananeras en Puerto Armuelles de 1960, desembocan por maduración espontanea en los sucesos del 9 de enero de 1964; punto de inflexión donde la historia cambia abruptamente y determina nuestro “bienestar” presente y futuro.
Sin embargo no es lo mismo, nuestro escritor abunda en detalles sobre el comportamiento humano y su accionar de los hechos vividos. Como consecuencia, el lector puede proyectar en su mente la película de los eventos, soñarla, incluso sentirse parte de los protagonista. Y a diferencia de los consagrados escritores de este género de la literatura, en este caso todo o casi todo es verdad.
“Las Insurrecciones del Arcoíris” no es un conjunto de realidades a medias envueltos en un manto de fantasías, es un conjunto de vivencias, amores, sudores y lágrimas de varias generaciones de panameños que fundamentalizan una cadena de eventos, entrelazándolas en la afanosa búsqueda de su identidad, a lo que Torrijos le llamó “relevo generacional”. El rechazo de los tratados Filos-Hines en 1947, la insurrección de Santiago en 1952, el Pacto de la Colina (1958), junto con la frustrada guerrilla de Cerro Tute en 1959, y la huelga de las bananeras en Puerto Armuelles de 1960, desembocan por maduración espontanea en los sucesos del 9 de enero de 1964; punto de inflexión donde la historia cambia abruptamente y determina nuestro “bienestar” presente y futuro.
Esta biografía mágica, tiene todas
las cualidades universales para convertirse en un libro de consumo mundial.
El espíritu de los desamparados se
posesionó de Manuel Celestino Gonzales que le entrega su alma revolucionaria al
Rifle de asalto Springfied, US.1896 de
cinco tiros calibre 30, protagonista del asalto al cuartel de Colón en 1945, de
cara a realizar una rebelión, traicionada por Arnulfo Arias. Ya en propiedad de
su conciencia de clase, fue orientador de la insurrección de Veraguas en
defensa del conocimiento (1952); dirigió –desde las milicias populares- una
amplia alianza de todos los sectores democráticos. Pasa a ser parte activa de
la guerrilla idealista de aguerridos jóvenes representantes de lo más sano de
los sueños de los campesinos y trabajadores (1959). Su espíritu rebelde
encendió al país un 9 de enero de 1964 para que finalmente se convirtiera en el
guía espiritual de las fuerzas armadas de este país; como Gonzalito pregonó
toda su vida, como única vía de derrotar a la desalmada oligarquía.
En representación de esta generación
y de las futuras, que no conoceré, le extiendo
nuestras más profundas gratitudes a Efebo Díaz por haber guardado en su pecho, con
celo, el Springfied, US 1896 de cinco
tiros, depositarias del alma de
Manuelito y Polidoro –representantes de los sueños de todo el pueblo- , y entregárnosla para los tiempos, en este
maravilloso y revelador libro; y que hoy se traduce en la búsqueda de votos
para lograr la revolución democrática popular. Con este libro, “Las
Insurrecciones del Arcoíris”, Efebo le hace entrega formal del Springfied a la
humanidad, para que su cañón no deje de arrojar balas. ¡usémoslo!
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