El petroleo bajo de precio

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martes, 16 de abril de 2019

¿Y pensamos que eran honestos?, Moisés Pinzón Martínez


*4.- ¿Y PENSAMOS QUE ERAN HONESTOS?*
La Prensa, 8 de noviembre de 2007.
(Sub capítulo del libro EL DIPUTADO O LA MUERTE DEL PRÍNCIPE)


Levantar una fortuna jamás ha sido el producto de soplar y hacer botellas, es un proceso de acumulación lento y sistemático, en donde el trabajo persistente y comprometido son las características esenciales para lograrlo; ni que decir de una correcta educación de la herencia, dado que el desarrollo es un fenómeno generacional (como analizo en el seminario que dictamos de “Filosofía Empresarial” todos los meses en AMPYME).

Recuerdo, en mi infancia, ver a mi tío, Arturo Martínez, cargando la leche en carreta desde el Faldar de Macaracas, distrito de Los Santos, hasta la carretera para que lo recogiera la compañía. Recuerdo cuando se compró su primer Camión, y recuerdo con mucho orgullo, su rostro duro y cariñoso, en camisa y pantalón kaki, cutarras y su sombrero “pintao”. De la misma manera en que recuerdo a tío Goyo, a tío Martín, y a mi Abuelito. Ni que decir que recuerdo a Luisito y a Salomón trabajando duro junto a sus padres desde temprana infancia, aprendiendo el oficio. Hoy, mantienen pequeñas fortunas, que sigue creciendo con el esfuerzo tesonero de sus hijos. Gertrudis Mitre, expresidente de la ANAGAN, es otro ejemplo y representan la forma en que se construye la vida correctamente, tanto empresarial como profesionalmente: es un proceso paulatino de crecimiento y asimilación de experiencias que puede trascender a los hijos.

No hay duda que así ha sido siempre, es la razón básica del desarrollo humano. Hay épocas en que se nos olvida esta realidad, principalmente en determinados periodos históricos en donde se genera un cúmulo de nuevas actividades que nos distraen y nos apartan del objetivo central de nuestras expectativas y sueños. Causando conflictos sociales de inadaptabilidad y que terminan en un dolor de cabezas generalizado; tanto los que lo sufren en carne propia como los que tienen que soportarlo por sus consecuencias. Este es el caso de los que, en el ocaso de su vida, ven como su cheque de jubilación tienen que seguir manteniendo a sus hijos adultos y en muchos casos a sus nietos, o aquellos que están seguros que al morir, la herencia se la van a fumigar en un santiamén, ni que decir del resto de la sociedad que tiene que sufrir los estragos de maleantería que genera esta realidad.

Hoy, el principal conflicto lo provoca la creencia que lo correcto es ser inmensamente ricos, el no trabajar. Las películas que vemos, las canciones que escuchamos, la publicidad que consumimos, nos llevan al mismo lugar: “la razón de la vida es no trabajar” y el objetivo primario es obtener los beneficios hoy, para consumirlo hoy, olvidándonos de nuestros hijos.

Vi con asombro una propaganda en la TV, en donde un padre le pregunta a su hijo que le diga un cuento, el mismo le dice que: dos peces estaban hablando y uno le pregunta al otro, ¿qué hace tu papá?, y le contesta: Nada. Seguido le pregunta: ¿y el tuyo? Y estupefacto escucho que le contesta: NADA tampoco, y se echan a reír. Este chiste tiene un sentido vinculado al que hacer de los peces: pero la moraleja que queda implícita para ser consumida es la vagancia como factor determinante en la vida.


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