El petroleo bajo de precio

«LA MISIÓN DE UN DIRIGENTE ES SER IMPRESCINDIBLE POR EL MENOR TIEMPO POSIBLE.» General Omar Torrijos Herrera.
Hoy Sábado 13 de junio de 2015, a las 8:45 p.m. , luego de 5 meses de tenaz constancia, logramos recibir la visita número 100,000. El 12 de agosto (2 meses) logramos la visita número 200,000. El 21 de septiembre logramos la vista No.300,000. Gracias---Dejaré esta información por un asunto histórico.
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sábado, 18 de mayo de 2019

JOSÉ MANUEL ARAÚZ, PRIMER MÁRTIR DE LA GESTA DE MAYO DE 1958 Por: Jaime Flores


JOSÉ MANUEL ARAÚZ, 
PRIMER MÁRTIR DE LA GESTA DE MAYO DE 1958
Por: Jaime Flores
Hace 60 años aconteció en nuestro país una de las gestas más significativas, que se llevó a efecto del 19 al 22 de mayo de 1958, y cuyo recuerdo debe estar siempre vivo en la memoria de los panameños. Los hechos iniciaron el lunes 19 de mayo, cuando miles de estudiantes de distintos planteles educativos, liderados por la Asociación Federada del Instituto Nacional y la Unión de Estudiantes de Secundaria, acordaron dirigirse en horas de la mañana y de manera pacífica a la Presidencia de la República, con el fin de entregarle al presidente Ernesto de la Guardia un pliego de peticiones para que resolviera la crisis educativa que afectaba a la Nación.
La respuesta del mandatario a la situación que se generaba no fue la más conciliadora, porque había declarado horas antes que no recibiría a los estudiantes. La marcha recorrió la avenida Central, y al llegar a las inmediaciones de la Presidencia, la Guardia Nacional los recibió con una violenta represión, que provocó la muerte del estudiante José Manuel Araúz, de 16 años de edad, que cursaba el tercer año en el colegio Artes y Oficios. A ello se sumaron decenas de heridos que fueron atendidos en el Hospital Santo Tomás y la enfermería del Instituto Nacional.
En horas de la noche estudiantes universitarios, dirigidos por la Federación de Estudiantes de Panamá y la Unión de Estudiantes Universitarios, marcharon hacia la Presidencia, exigiendo la renuncia de los tres comandantes de la Guardia Nacional: Bolívar Vallarino, Saturnino Flores y Timoteo Meléndez y del ministro de Educación, Victor N. Juliao, a quienes responsabilizaban por la muerte del estudiante Araúz.
El sepelio de Araúz se dio al día siguiente, asistieron alrededor de 20 mil estudiantes pertenecientes al Instituto Nacional, José Dolores Moscote, Instituto Istmeño, Instituto Justo Arosemena, Richard Newman, Escuela Profesional y el Liceo de Señoritas. Participaron también delegaciones de la provincia de Colón y el interior del país. El periodista Arquímedes Fernández, director del Diario la Hora, decía al respecto en un editorial que: ‘El sepelio del estudiante mártir José Manuel Araúz, constituyó uno de los actos más significativos que se hayan registrado jamás en la vida nacional panameña'.
La indiferencia del Gobierno de no aceptar responsabilidades y en eximir de culpa a la Comandancia, trajo consigo nuevas manifestaciones, que se produjeron el jueves 22 de mayo. Estas protestas serían igualmente reprimidas, pero con la diferencia de que en esta ocasión la Guardia colocó francotiradores y un mayor número de policías armados que acabaron con la vida de ocho panameños, entre estudiantes y civiles, que no aparecen en los textos oficiales de historia de Panamá y responden a los nombres de: Rolando Jiménez (del Instituto Nacional), Belarmina de León, Osvaldo Campbell, Lucio Paz (Artes y Oficios), Manuel de Gracia (estudiante), Héctor Eloy Gómez, Eduardo Girón de cinco años de edad y Miguel A. Batista Jr. (estudiante). El Gobierno ese mismo día, de forma apresurada, expidió el Decreto No. 1, suspendiendo las garantías constitucionales por un término hasta de 30 días.
Lo acontecido era una muestra más de la intolerancia que los distintos Gobiernos oligárquicos tenían desde hacía décadas en contra de las manifestaciones populares. Los gobernantes, en vez de dar respuestas a los problemas nacionales decidían refugiarse en los fusiles de Guardia Nacional y provocar baños de sangre como los que se dieron aquel mes de mayo de 1958.
Producto de la crisis, el rector de la Universidad de Panamá, Jaime de la Guardia, se propone como mediador. Su acción dio a la luz el denominado ‘Pacto de La Colina', firmado el 29 de mayo. En este acuerdo se concluía entre otros puntos, que: el Gobierno atendería la situación educativa del país. Una de las denuncias que se presentaban en esa época consistía en que el presupuesto del Estado priorizaba en atender las necesidades de los cuarteles en detrimento de la educación pública, por ello, la consigna de los estudiantes era ‘Más escuelas, menos cuarteles'; se debían liberar todos los detenidos; los comandantes de la Guardia Nacional cesarían sus funciones al culminar el período presidencial, cada cuatro años. El alto mando permanecía casi siempre en sus cargos en distintos Gobiernos. Los presidentes no se atrevían a removerlos ante el temor de un golpe de Estado, como sucedió con el presidente Daniel Chanis en 1949.
Lo registrado en la Gesta de mayo de 1958, que no debemos olvidarlo, constituyó la causa y el efecto de un movimiento estudiantil consolidado, que venía en desarrollo desde la década del cuarenta con el surgimiento de la FEP y el Frente Patriótico de la Juventud, que escribieron páginas heroicas en la historia panameña, como la de 1947, en rechazo del Convenio Filós-Hines.

El autor es Abogado y Historiador

Ornel Urriola (dirigente estudiantil de la época) me informó en una ocasión que luego de un conflicto armado en que se convirtió la protesta nacional, en donde los estudiantes se apertrecharon en la Universidad, se llegó a acuerdos con la presidencia; uno de los cuales fue el de remover los mandos policiales de Provincia cada año. Los mismos eran permanentes, donde los jefes de la policía de cada provincia se convertían en mandos autocráticos.
Moisés Pinzón Martínez.

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miércoles, 27 de febrero de 2019

Coto: la guerra que Panamá perdió ganando


Coto: la guerra que Panamá perdió ganando
Por: Mónica Guardia
domingo 13 de marzo de 2016

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Los panameños dominaron ampliamente los combates, lograron tomar y defender la plaza de Coto de la invasión tica.
 ‘Las armas panameñas obtienen la 4ta victoria', anunciaba a grandes titulares La Estrella de Panamá en su edición del 4 de marzo de 1921.
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No habían transcurrido diez días de la intempestiva invasión de las tropas costarricenses a Pueblo Nuevo Coto, un villorrio ubicado en el área gris de la frontera entre ambos países; cuando los panameños, pese a su reducido número y pobres armamentos, lograban dominar ampliamente.

Hasta ese 4 de marzo, el balance para el istmo de la incipiente guerra era de tres lanchas capturadas, más de cien prisioneros y un armamento de primera que se usaría en reemplazo de los viejos y oxidados rifles, casi inservibles, que había escondido entre cajas el presidente Belisario Porras en la Presidencia durante cinco años.

Los panameños estaban entusiasmados por la nueva experiencia de guerra y se ufanaban de sus triunfos militares. En los periódicos aparecían felicitaciones de todos los sectores del país, ya dirigidas al presidente o al general Manuel Quintero. Igualmente, continuaban los ofrecimientos solidarios de todo tipo.

‘Médicos extranjeros ofrecen sus servicios al país', decía un titular de las páginas interiores de ‘La Decana', el 2 de marzo.

‘Los Westindianos están listos a prestar su ayuda en defensa de Panamá', se leía en otra página del diario.

‘El bello sexo se inscribe'. ‘Bello gesto del profesor Newman'. ‘Costa Rica se ha metido en camisa de once varas', decía el diario, reflejando la tónica que imperaba en el suelo patrio.

Asimismo, diariamente aparecían las listas de los ciudadanos que apoyaban el ‘bono de guerra' de $500 mil, emitido por el gobierno de Porras para sufragar los costos del enfrentamiento.

LOS TRIUNFOS

La acumulación de triunfos panameños había empezado el 27 de febrero, cuando, al mando del capitán Tomás Armuelles y del coronel Laureano Gasca, un grupo de policías istmeños había logrado tomarse la plaza de Coto fácilmente y sin derramamiento de sangre, gracias a la insensatez y mala suerte del coronel tico Héctor Zúñiga Mora.

Tan solo reemplazar la bandera costarricense con su enseña tricolor, los panameños empezaron a movilizarse para asegurar la defensa del villorrio, al que los ticos solo podían acceder navegando desde la desembocadura del Río Coto, en el golfo Dulce.

Pocas horas después de entrar en contacto con los prisioneros, los vigilantes se dieron cuenta de que había un patrón de conducta: la mayoría consultaba cada cierto tiempo su reloj.

¡Elemental! El coronel Laureano Gasca y sus trece voluntarios de Bugaba, a cargo de los prisioneros, dedujeron que estarían esperando refuerzos.

La corazonada demostró ser correcta, cuando, esa misma tarde, a las cinco y media, empezó a escucharse el ruido lejano de una lancha que navegaba río arriba hacia el poblado.

De inmediato, los panameños ocuparon sus puestos. Algunos de los hombres se colocaron a la orilla del río, detrás de unos cocoteros. Otros, detrás de las trincheras.

La lancha se fue acercando con algunos de los ticos en la cubierta, totalmente ajenos a que el sitio había sido retomado esa mañana.

‘Viva Costa Rica'. ‘Muera Panamá', gritaban eufóricos.

Ya a pocos metros del muelle, al toque de una corneta, empezó el tiroteo, que cogió a los ticos desprevenidos.

Algunos de ellos intentaron lanzarse de la lancha y nadar a tierra, pero el fuego se intensificó. El combate duró una hora. La cubierta era un charco de sangre. El piloto trató de escapar, dando vuelta a la lancha, pero, al seguir hacia abajo, encalló en un banco de arena.

Cinco costarricenses murieron; 9 fueron heridos y 30 tomados prisioneros.

Además, se capturaron 28 rifles Mauser con 200 tiros en cada salveque, 3 cajas de municiones y una ametralladora inglesa marca Maxim, completamente nueva.

Ya las fuerzas de Coto no necesitaban nuevos armamentos. ‘Venceremos al invasor con sus propias armas', decía un entusiasta titular de primera plana de La Estrella de Panamá el jueves 3 marzo.

Los heridos fueron conducidos a uno de los ranchos del caserío. Los muertos fueron dejados sobre el césped y cubiertos piadosamente con hojas de plátano para después ser sepultados, según el relato de los hechos del abogado panameño, especialista en la Guerra de Coto, Carlos Cuestas.

AL DÍA SIGUIENTE

El 1 de marzo, quedaban solo 48 panameños en el poblado, el resto abordaba uno de los trofeos de guerra, la ahora lancha panameña rebautizada como Patria (ex lancha tica La Sultana), hacia Rabo de Puerco, a llevar a los prisioneros ticos al cuidado del mayor Alfredo Alemán, a cargo de esa plaza.

Esa misma mañana los que permanecieron en Coto se llevarían una nueva sorpresa: otra embarcación se aproximaba.

Se trataba esta vez de La Estrella, que transportaba a un batallón de refuerzos ticos, cien hombres que, al igual que el contingente anterior, desconocía el destino de La Sultana y de la plaza.

Al igual que la vez anterior, los panameños dejaron acercarse la nave de motor hasta el muelle. Nuevamente, los ticos empezaron a dar vivas a su patria.

En esta ocasión, el combate duró hora y media, y murieron 24 ticos más 12 heridos, entre ellos el capitán de la nave y el maquinista. Fueron capturados 64 individuos, entre oficiales y tropas, además de 98 rifles Mauser con buena dotación, y la lancha, de 60 toneladas.

Panamá, que previamente no disponía de ninguna embarcación para los combates o el transporte de sus fuerzas, ahora ya tenía dos.

En un reporte posterior, un contingente de refuerzos que llegaría poco después, daría una descripción desoladora del panorama encontrado en el villorrio: los muertos estaban colocados unos encima de otros cerca del muelle, mientras los heridos y prisioneros eran custodiados por los soldados panameños armados, relata Cuestas en su libro.

Los costarricenses comenzaban a enterrar a sus compañeros de armas en una fosa común. Había varios heridos de gravedad que no habían recibido tratamiento médico ni medicinas.

LA TERCERA LANCHA

Esa misma noche, las tropas de Vásquez, todavía cansadas por el recorrido a pie y a caballo por las montañas, se disponían a preparar sus alimentos (carne de res sancochada en latas de cinco galones), cuando oyeron el ruido de otra lancha que se aceraba por el río.

Los oficiales ordenaron apagar los fogones, tomar posiciones y esperar la orden de fuego.

Era La Esperanza, una tercera embarcación tica, con provisiones y 56 soldados.

Como en las dos ocasiones anteriores, la tripulación desconocía el avance de los acontecimientos y, mientras se acercaba al muelle, un fonógrafo en cubierta tocaba las notas del himno nacional de Costa Rica.

Así los sorprendió el tiroteo, que dejó 16 muertos, numerosos heridos y 46 prisioneros.

Ese sería el último combate entre las fuerzas panameñas y las costarricenses.

Aunque en los días posteriores, llevados por el entusiasmo, muchos más panameños, provenientes de todo el país, llegarían a Rabo de Puerco para apoyar las fuerzas patrióticas, se encontrarían con que la contienda había terminado, al menos en ese lado de la frontera.

Al conocer que les sería imposible retomar Coto, los costarricenses habían decidido avanzar por la costa atlántica, en la región de Bocas del Toro.

Así, el 4 de marzo de 1921, más de dos mil soldados ticos dotados de cañones y ametralladoras cruzaban la línea fronteriza del puente ferroviario de Guabito sobre el río Sixaola, Almirante y Changuinola.

Los panameños de esa área, superados en número y sin recibir refuerzos ni armamento, no tuvieron más opción que replegarse.

Sin embargo, ya para entonces los gobiernos de ambos países habían decidido que la guerra no era la mejor opción para dirimir sus diferencias.

El mismo presidente Porras había dado a conocer a través de las páginas de La Estrella de Panamá que ‘después de calma consideración yo he decidido que esta controversia sería mejor dirimida en una negociación diplomática. La idea de que dos países vecinos entren en guerra por un territorio no poblado del tamaño de un condado de Estados Unidos es repugnante para mí'.

Pero es preciso decir que los ‘dos países vecinos' contaban ahora con un árbitro, que, ejerciendo su rol de potencia mundial, los comandaba a buscar la paz.

El mismo 4 de marzo, en la bahía de Charco Azul, en Chiriquí, apareció el acorazado Pennsylvania con órdenes de proteger a los ciudadanos e intereses estadounidenses en la zona (léase futuros negocios del banano). Lo mismo haría el crucero Sacramento, en la costa atlántica, el 5 de marzo.

Estados Unidos exigía a ambos países el cese de hostilidades y el retiro de las fuerzas beligerantes. Sin más opciones, los hombres de ambos mandos abandonaron sus posiciones.

Panamá sería obligada a aceptar el fallo emitido por el juez Edward White, presidente de la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos, y amigo personal del recién instalado (4 de marzo de 1921) presidente estadounidense Warren Harding.

Ni los panameños ni los ticos quedarían satisfechos con el resultado. Los problemas limítrofes solo fueron superados definitivamente en 1941, con el tratado Arias-Calderón.

En los panameños, sin embargo, quedó el orgullo de haber dominado en el campo de batalla, satisfacción ensombrecida por un terrible accidente que sufriría el capitán Tomás Armuelles, héroe de la guerra, al dirigirse a la capital a recibir honores por sus logros de guerra.

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miércoles, 20 de febrero de 2019

Belisario Porras: breve historia de su grandeza


1856-1942

BELISARIO PORRAS, Breve historia de su grandeza

"CALENDARIO PRESIDENCIAL.
HOY LE FALTAN AL DOCTOR BELISARIO PORRAS
448 DÍAS PARA QUE TERMINE EL DESASTRE DE SU ADMINISTRACIÓN, QUE PESA COMO UNA LÁMINA DE PLOMO SOBRE EL SUFRIDO PUEBLO PANAMEÑO......"
Este fue el titular de la Primera plana de La Estrella de Panamá del 9 de junio de 1915


Así se leía TODOS LOS DÍAS, un comunicado ofensivo, que había empezado a publicarse varias semanas atrás y que; desde ese día 9 de junio de 1915 en adelante, comenzó a publicarse en mayúscula cerrada en primera plana de La Estrella de Panamá, por un periodista en contra del Presidente Belisario Porras, restando cada día lo que le faltaba para que acabara su presidencia... y lo hizo hasta el 1 de octubre de 1916...


El periodista cada vez más agresivo, publicaba nuevas censuras en contra de la administración Porras de supuestos despilfarro de los fondos públicos en obras que él denominaba "ELENFANTES BLANCOS", le llamaba el enemigo asolapado del gobierno de los Estados Unidos de América, le acusaba de realizar inversiones de proyectos de fantasía como lo eran, según él los Archivos Nacionales, el Registro Civil, el Registro Público, Escuelas INNECESARIAS, acueductos en comunidades donde vivían "4 gatos", en fin... Eran obras que según sus publicaciones solo alimentaban la MEGALOMANÍA CRÓNICA del Dr. Porras...

Se llegó el 1 de octubre de 1916... El Tableño Belisario Porras Barahona termina su primer mandato. *PERO..., EN 1918 OTRA VEZ ES REELEGIDO...!!*


Esta vez, ese mismo periodista hizo levantar una atmósfera muy pesada para todo el pueblo panameño... Insinuó que Porras era el responsable de la muerte del Presidente Ramón Maximiliano Valdés... Lo acusó de envenenador, de peculado, de llenarse los bolsillos, de nepotismo y hasta de tener el GOBIERNO LLENO DE BOTELLAS... A tal punto que para los carnavales sus enemigos mandaron a confeccionar un carro alegórico en forma de botella... Y hasta terminaron enviando un sobre a la Casa Presidencial... Con "Detritus humanos" (Caca)... Meses después...


Un día doña Elvia Mójica, secretaria privada del Presidente Porras, le toca la puerta de su despacho y le dice: "Señor Presidente, lo busca EL SEÑOR VICTORIA..."
A lo que Porras pregunta: "¿Que señor Victoria?"
Su secretaria le responde: "EL PERIODISTA..."
Belisario Porras pega un brinco en su silla y dice:
-"!!!!!!!Pero que cinismoooo...
-¿Quién le permitió subir hasta aquí???
-No se cansó de calumniarme, ofenderme, empequeñecerme.... mi hogar, mis hijos, mi esposa, mi conducta, mi honradez, mi...., mi...., mi...., en fin me calumnió y me injurió en cada aspecto de mi vida pública y privada.
-Pero HÁGALO PASAR POR FAVOR ¡INMEDIATAMENTE!"

Luego aparece un hombre muy cabizbajo, con un sombrero en la mano... Porras desde su escritorio lo mira por unos segundos entre sus gafas, levantó su cabeza y con un gesto amistoso lo invitó a sentarse:
-ADELANTE ésta es su casa y la de todos los panameños...!!

El periodista comenzó hablar con un tono de voz y una apariencia notablemente arrepentido y le contó que su visita se debía a que necesitaba trabajo porque hace meses no encontraba... Y que él y su familia estaban pasando muchos paramos, no tenían dinero ni para comer y no podían pagar sus obligaciones...

Entonces, el Presidente Porras tocó un timbre -que al oírlo- apareció su secretaria, Porras le dijo:
-"Señorita Elvia por favor haga un nuevo decreto de nombramiento, para nombrar director de la Escuela Normal de Institutoras a mi estimado Nicolás Victoria Jaén... con todo el derecho que a él le corresponde *como un hijo más de nuestra madre patria..."*

Pasado el tiempo... Un amigo del periodista se lo encuentra en la calle y le pregunta: "Oiga compadre ya no he visto más sus cuartillas ofensivas en la prensa..." a lo que el periodista le respondió: "Compadre es de mala educación hablar con la boca llena..."

MIENTRAS TANTO EL PUEBLO PANAMEÑO VOLVIÓ A REELEGIR A BELISARIO PORRAS COMO SU PRESIDENTE!!!
*Anónimo*

P. D. A raíz de ese nombramiento de Director de la Escuela Normal de Señoritas, a Nicolás Victoria y Jaén le pusieron el mote de SEÑORITO. En el año 1921, el Presidente Belisario Porras Barahona lo volvió a emplear como Negociador del Tratado de Límites fronterizos con Colombia y perdimos la Región de Juradó, que nos daba acceso a la cabecera del Río Atrato y la Isla de Malpelo, en el Pacífico y ahora resulta que Colombia tiene límites marítimos con Costa Rica y nosotros hemos quedado encerrados. Nunca visitó es región fronteriza, de ahí su negligente negociación. Lisímaco López y López, cédula 7-58-649, telcel +507 6685 0525

YO:
Por eso es que no hay que darle cuartel a los traidores



lunes, 3 de septiembre de 2018

La corrupción en su contexto histórico , moisés pinzón martínez

Volante No.8
Del libro El Diputado o la muerte del príncipe

LA CORRUPCIÓN
en su contexto histórico

«Hemos aprendido a volar como los pájaros,
y a nadar como los peces;
pero no hemos aprendido el sencillo arte
de vivir como hermanos.»
                     Martin Luther King.

¿Será cierto que la corrupción es inevitable y es parte integral de la sociedad desde sus inicios?

Su raíz proviene de la misma naturaleza violenta y cruel con que se desarrollan los acontecimientos sociales a partir de la primera división del trabajo; por cuanto se descubre la agricultura, creándose, a través de ella, la riqueza. Debido a las limitaciones de la producción para satisfacer las necesidades de la civilización en expansión, y de la extrema ignorancia en que existía la humanidad, los pueblos desarrollan el robo y la esclavitud como modelo de visión y de comportamiento. En aquel entonces, no era posible entender la realidad de otra forma.

En América, antes de llegar los españoles, observamos esta diferencia. Las comunidades nómadas del norte, cuyo modo de vida estaba vinculado a la recolección de frutas y a la caza, no consideraban la esclavitud, ni el pillaje como parte del comportamiento normal. Sin embargo, el los imperios Inca y Azteca, cuyos modos de producción estaban basados en la agricultura, la esclavitud ya era parte integral de su conducta social y se observan crueldades inimaginables, no registradas entre las tribus nómadas. El arte de la guerra, para las tribus del norte, eran fórmulas de defensa, donde todo hombre de la comunidad era también un guerrero, su acción era de hordas de pobladores que se movilizaban masívamente y en desorden. Sin embargo, los Incas y los Aztecas tenían organizaciones militares claramente estructuradas y profesionalizadas. Y de igual forma que en otras latitudes, a sangre y fuego impusieron sus costumbres.

Los colonizadores llegaron a estas tierras a saquearlas, igual que en todos los tiempos; aún en nuestros días. Como dijo Pablo Neruda, «se llevaron el oro y nos dejaron las palabras».

«Ave Cesar, los que vamos a morir hoy, te saludamos» decían orgullosos los gladiadores, momentos antes de enfrentarse en sangrientos combates. Mientras, en las graderías del Coliseo Romano, las multitudes exaltadas gritaban y aplaudían, bestializadas. Poseer esclavos o ser uno de ellos; asaltar una ciudad y despojarla de todas sus riquezas, esclavizando a sus habitantes, era un procedimiento normal de unos y otros.

En el Imperio Romano, los «Libertos», allá por el año 300 d.C., se convirtieron en los administradores de un vasto poder y terminaron dirigiéndolo. Logrando su auge económico y social, a partir de la utilización de su autoridad, para usurpar los bienes del reino. Nada distinto a lo que sus amos, los romanos, hacían con el resto de los pueblos dominados por ellos.

 Esta realidad depredadora no ha variado hasta nuestros días. Va adquiriendo nuevas formas en cada época; en la medida en que la mayoría de la población logra conquistar mayores libertades, se hace más sofisticado.

Hoy, las relaciones comerciales entre los Estados distan mucho de ser procesos de intercambios equilibrados. La imposición, el chantaje, el soborno, con leyes internacionales que benefician a determinados sectores de la economía y de las naciones en detrimento de las otras, están a la orden del día. Los beneficios de unos son la miseria de los otros.

La «corrupción» siempre ha estado vinculada a los sectores enquistados en el poder. Su propagación hacia la base de la sociedad es su consecuencia.

La sobreabundancia

Una de las causa del decaimiento de «las buenas costumbres» o «buen sentido común» y de la propagación de la corrupción hacia la base de la sociedad, es la sobreabundancia. Razón esta que determinó, en la antigüedad, la caída de las dinastías y el surgimiento de nuevas familias en los poderes reales y en la actualidad la pérdida de las fortunas de las familias empresariales. La sobreabundancia inhibe el deseo de superación de los herederos e incentiva la exacerbación de la vida mundana y superflua; anulando, de esta forma, la fuerza del espíritu, dando cobertura al desarrollo de las apetencias hormonales e instintivas sin control.

La gran masa de la población que siempre ha estado muy lejos de ese reparto y que es la que produce esa riqueza, se sensibiliza ante tal abundancia acumulada por un sector minoritario, que adquiere conciencia de su circunstancia de yunque, de usurpación de su esfuerzo y se revela ante ella de múltiples formas. Los esclavos, en Roma, rompían las herramientas, se ahorcaban, asesinaban a sus hijos, se levantaban en rebeldía, haciendo improductivo el sistema. La caída de la esclavitud como factor determinante en el mundo, no vino de mano de los esclavos, pero si de sus parientes, los bárbaros; su éxito, el de las tribus, no tiene nada que ver con su fortaleza, mas si con la increíble debilidad que el imperio había adquirido dado que los esclavos no producían y la población romana había debilitado su carácter debido a las consecuencias de la opulencia desenfrenada.

En el caso de la Revolución Francesa, la caída del feudalismo, si llego de las manos de los excluidos; no obstante, igual que en Roma, su caída no tenía nada que ver con la fortaleza adquirida por la burguesía, más si por la sorprendente debilidad moral de la aristocracia feudal, sin capacidad de decisión y de acción producidas por la sobreabundancia. Para esos días, en momentos sumamente críticos para la revolución, en un discurso, Dalton expresaba que lo que los revolucionarios necesitaban era “audacia, audacia, y nuevamente más audacia”; entendiendo nosotros, que lo que quiso decir Dalton es que ante la falta de recursos, era la voluntad humana la única que podría darles la ventaja.

Actualmente, la población masívamente es consciente de las extraordinarias fortunas acumuladas, en contraposición con su enorme miseria; percibe el grado de podredumbre en todos los planos. Esa consciencia no existía hace tan solo 50 años, por lo que se rebela. Las pandillas, la creciente delincuencia, las mafias, la búsqueda desaforada de fortunas no importando que vía se use, incluso el factor de desmoronamiento de las costumbres, presentando como válido la corrupción, son variantes en que se manifiesta esa rebeldía.

Cuando las fuerzas morales, que se fortalecen día a día, asuman su papel, barrerán, sin ninguna dificultad, todo vestigio del viejo sistema, tal cual cae una papaya muy madura desbaratándose en su impacto natural. En el libro Es Inevitable se hace un síntesis de este fenómeno. E igual que en la película Matrix, nuevamente será “inevitable” y sus sepultureros actuaremos porque lo hemos “elegido”.

Una expresión refinada

Sin embargo, la corrupción actual, que es la expresión refinada de una sociedad basada en el robo, se amplia en grados preocupantes; diseminada por el mundo, destruyendo los valores éticos, morales, culturales; haciendo de ésta, una de esas épocas de desequilibrio extremo.

¿Cómo no será así, si un candidato a legislador en Panamá, que aspire a ganar, se gasta fácilmente doscientos cincuenta mil dólares y en muchos casos más? Su salario de cinco años, que es el período por el cual sería escogido, es de cuatrocientos veinte mil dólares bruto. En Nueva York, Estados Unidos de Norteamérica, una campaña a legislador (Senador) cuesta sesenta millones de dólares; siendo las cifras para los candidatos a Presidente astronómicas; con un nivel de riesgo del 95%. ¿Y cómo no será así, si el salario mínimo, en Panamá, está en doscientos sesenta dólares, mientras la canasta básica familiar es de trescientos cincuenta, con un nivel de desempleo del 18% (cifras 2004)? Es evidente que en estas circunstancias, es obvio que el diputado o el presidente va a su curul con sangre en los ojos, su preocupación principal es sobre que va ha hacer para recuperar su inversión. Y la población en general, su preocupación es la de que va hacer para nivelar el déficit familiar, aunque eso implique negociar con el diablo.

No obstante, siempre ha habido y habrá una lucha entre los pequeños grupos que ostentan el poder y sus amanuenses, únicos realmente beneficiados por el robo y la corrupción, y los grandes sectores de la población, cuyos valores de solidaridad, trabajo y dignidad humana se fortalecen ante la realidad de falta de oportunidades, cuya única alternativa de esperanza es la democratización creciente de las instancias de poder y la transparencia en el manejo de la cosa pública.

Épocas.

Este génesis oprobioso, ha ido involucionando en la medida que hemos ido evolucionando. Hay épocas de enorme desarrollo humano contra otras que son de profundo hundimiento en el lodazal del desorden. El principal motivo está dado en la medida que las leyes no mantienen una coherencia con la realidad actuante y cambiante. Podemos observar esta situación con el surgimiento del arado de hierro arrastrado por bueyes, hecho este que más que hacer crecer al imperio romano, lo hundió. Al haber una sobreabundancia, las leyes no pasaron a resolver el entendimiento con los esclavos, los que adquieren consciencia de su circunstancia. Previo a esta realidad, la sociedad romana, último eslabón del esclavismo global, logra el más alto nivel de desarrollo en todas las áreas del conocimiento humano.

Esto se explica por el motivo, ya expuesto, que luego de un proceso de crecimiento masivo, se supone que las leyes y los documentos que norman la sociedad deben actualizarse para ajustarse a ese abrupto cambio; hay un desarrollo de los medios de producción y no así las leyes que lo administran.
Creándose una crisis insalvable que afecta dramáticamente todos los vínculos que mantienen unida a la sociedad, sumergiéndola en el más profundo lodazal, es tal, que muchos observadores podrían creer que el mundo se está acabando o que no hay ninguna salida saludable. Siempre de las entrañas de la destrucción surgen las fuerzas que recomponen las relaciones, ordenando las leyes necesarias que equiparan ese desarrollo abrupto.

Previo a la destrucción del Imperio Romano, y con él, el sistema esclavista como glabalidad, existió una época de decadencia moral y ética de la población romana; decadencia esta que es la que debilita el sistema, permitiendo que otras fuerzas puedan derrotarlo. Los Libertos (extranjeros, esclavos liberados) fueron demostrando una calidad que sus amos no poseían; controlando, al final, el imperio. Esto mismo está sucediendo, inevitable, en la sociedad norteamericana y el resto de los países capitalistas.

Esta fue una de las razones por la que Constantino decidió trasladar la capital del imperio de Roma a Bizancio, en el 330 D.C. y llamarla desde entonces Constantinopla (actual Estambul), en busca de una renovación. En alguna medida, hizo lo correcto, ya que el imperio bizantino duro mil años más, luego de la caída de Roma, en realidad lo que hizo fue prolongar por un milenio, agónico, los resabios de la esclavitud; y que luego Europa, en América con los africanos y los indígenas, siguió prolongándolo otros cinco siglos. No obstante, ya no era el sistema hegemónico.

Este desmoronamiento ético-moral, de igual forma sucedió antes del advenimiento de la Revolución Francesa, provocada por el impacto causado en la calidad y cantidad de bienes acumulados, que lleva a sus poseedores a buscar la vida fácil y licenciosa. La sociedad feudal, en este período había alcanzado su más alto nivel de desarrollo. Igual que en Roma, las lacras sociales crecían como ratas.

Con el descubrimiento y aplicación de la máquina de vapor (1712); se crean las condiciones materiales para que la burguesía, que viene tratando de ser poder desde la guerra de los 40 años, liderizada por Lutero (siglo 15), se encuentre con una aristocracia feudal sin iniciativa, sin capacidad de respuesta rápida ni creativa. Esa es la razón por la que es barrida en tan poco tiempo. Razones estas que son inevitables. Después del tratado de Fontainebleau de 1814 y luego la batalla de Waterloo en 1915, ya nada fue igual en el mundo, los Parlamentos y las Constituciones se volvieron la forma normal de funcionamiento en la sociedad; la iglesia y la aristocracia feudal, sobreviviente, se adaptó a la nueva era, a las nuevas leyes y a las nuevas relaciones sociales creadas por la revolución.

Ejemplo nacional de transformación revolucionaria

En Panamá (2011), la situación de corrupción desenfrenada que vemos, tanto en el robo de los bienes públicos como de la ruptura de la institucionalización e independencia de los poderes legislativos y judiciales, asume características parecidas -en muchos sentidos- a la realidad existente durante los meses antes del golpe de Estado de 1968. El desorden administrativo y político era de tal magnitud, que en un momento dado existieron dos Presidentes de la República. Los malos manejos de los fondos públicos, los negociados, estaban a la orden del día. Tanto hoy como entonces, este fenómeno de deterioro estructural ha corroído a las grandes masas, siendo la consecuencia, donde ellas ven esta realidad de existencia, en medio de la podredumbre y sus olores nauseabundos, como algo natural. Situación esta que pareciera no tener final. Sin embargo el General Torrijos logró, en aquel entonces, recomponer la confianza en el trabajo honesto y la esperanza colectiva, a partir del ejemplo personificado de la responsabilidad y la firmeza, recogiendo en su entorno a las masas excluidas y que venían desde hace algunas décadas luchando por cambios y que además llegaron al convencimiento que el reparto de la corrupción es para un grupo muy reducido, quedando siempre la mayoría, huérfana.

Esto permitió que los 10 años de Proceso Revolucionario (1968-1970) fueran una época de transformación efectiva de nuestra nación. La moral, la dignidad y el respeto se convirtieron en el comportamiento normal de los gobernantes y sus ayudantes; la corrupción pasó a funcionar entre bastidores, como debe ser (un Ministro de Obras Públicas, en aquel entonces, quedó preso ipso-facto por un escándalo en el manejo amañado de una licitación pública).

Al morir el General Torrijos (1981), igual que Belisario Porras (1942), no era ni un hacendado, ni mucho menos un prospero empresario. Él era el ejemplo, la responsabilidad y es asesinado en su firmeza seguro de sus palabras y sus hechos.

Luego, desde las cloacas repugnantes, conspiraron, una y otra vez, embarrando, poco a poco, el poder gubernamental. Convirtiéndolo, nuevamente, en lo que hoy es: una realidad «corrupta», putrefacta, que despide sus hedores en libertad de opinión y presentando sus actos como si fuera lo más correcto y normal del mundo.

Martín Torrijos ha hablado claro al decir que (2004) «En mi gobierno los maleantes perderán el derecho a visitar la Presidencia»; y en otra ocasión dijo, refiriéndose a los que invertimos en la campaña, que «no piensen que van a cobrar ese dinero con prebendas y privilegios». Y agregaría: se invirtió para trabajar por el futuro, se invirtió para que nuestros padres se sientan orgullosos de que nuestro esfuerzo esta al nivel y grado del sacrifico que ellos realizaron por nosotros.

Otro punto de vista

Desde otro punto de vista, la corrupción es el producto de una sociedad en donde los vínculos de transferencia históricos están rotos, en busca de los nuevos. Como consecuencia se multiplica una población emergente, caracterizada por dos tendencias claramente definidas. La primera es la añoranza y búsqueda de esos vínculos y su aplicación en la vida citadina.

La segunda tendencia es producida por la necesidad humana de sobrevivencia, que induce a aprovechar cualquier oportunidad para resolver los acuciantes problemas, que agobian tanto al individuo como a su familia; una población ilusionada con los sueños de opios de riquezas, príncipes, sirvientes, lujos desenfrenados, productos del reflejo que reciben de la clase dominante que en su sobreabundancia emiten intensamente. De esta forma encontramos, como algo común, a una persona que les exige a sus hijos una conducta moral intachable, pero que delante de ellos compra un determinado bien a costo ridículos y que es, evidentemente robado. De igual forma les exigen reciprocidad y solidaridad, sin embargo permiten que crezcan sin saber qué y cómo es el «trabajo», único sendero por donde se aprenden estos valores. Este tema está expuesto con profundidad en el libro “Los Ritos de la Vida y los mitos de la felicidad”.

Y vemos que los medios de comunicación (TV, radio, diarios, revistas) que son las nuevas iglesias, fortalecen una cultura emergente, sin contenido, sin lógica, sin raíces, sin buen sentido popular. Aislando a la población del análisis certero, de la lógica contundente, del razonamiento de
los conceptos, en fin, de los valores humanos necesarios para que el «homo sapiens» sobreviva en esta nueva realidad, que solo podrá ser posible por la conducción inteligente de la sociedad y no de la fuerza bruta.

Estos factores, aliados a la falta de verdaderos líderes, incentivan y fortalecen la disolución de los valores éticos y morales, en circunstancias en donde se hace casi imposible su control; ya que los mismos dependen de un electorado acostumbrado, cada día más, a las «ventajas» que permite el libertinaje; factor éste estimulado por las facultades hormonales. La promoción de esta forma de vida amoral, exacerbada durante los periodos electorales, es patrocinada por las fuerzas que representan el ancla social; de la misma manera en que sucedía en la Roma de hace dos mil años o en la monarquía feudal francesa y las europeas de hace doscientos cincuenta años; previo a la destrucción del imperio esclavista o a la revolución industrial respectivamente.

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sábado, 3 de febrero de 2018

José Didimio Escobar: El patio trasero de los Gringos


*El patio trasero de los Gringos*
por: José Dídimo Escobar Samaniego


Hace dos días comenzó por América Latina y el Caribe, después0 de un año de ejercicio en la secretaría de Estado de Estados Unidos de Norteamérica la primera gira de Rex Wayne Tillerson, uno de los grandes empresarios petroleros de la EXXON, con sus ojos puestos en el petróleo venezolano.

Hasta la próxima semana, se reunirá con los gobiernos de México, Argentina, Perú, Colombia y Jamaica con la intensión de lograr una alianza para poder proceder, como lo hicieron antes en Libia, en donde también jugaron con un discurso que pretendía enfrentar a una supuesta dictadura para traer democracia, país que entró desde entonces en la categoría de Estado Fallido mientras le succionan criminalmente su valioso petróleo, lo mismo pretenden con Venezuela y así tomarse el petróleo del Orinoco, ahora que se sabe, constituye las mayor reserva de petróleo del mundo.

El discurso es que; ahora no aceptan el adelanto de las elecciones en Venezuela previstas para finales de abril, pero hace tan solo unos meses atrás se rasgaban las vestiduras e incendiaron al país bolivariano, exigiendo elecciones fuera del marco constitucional.

Previo al viaje de Tillerson, el gobierno de Panamá ha admitido, por encima del Tratado del Canal que más de 400 soldados norteamericanos se paseen armados en el territorio nacional, siendo que no tenemos ejército y por tanto los panameños están impedidos de tal condición que se les otorga graciosamente a los norteamericanos. Este movimiento del ejército norteamericano, se encubre en medio de unos ejercicios militares extendidos de manera extraña por mucho más tiempo de lo que duraron operaciones similares en el pasado, y sin que se establezca con precisión la misión de los soldados y el equipo militar de USA, y mas parece a una acción coordinada que coincide con las amenazas de invasión contra Venezuela.

Hace tan solo unos días, se instaló en Honduras un gobierno surgido de un fraude monumental y macabro, no obstante el gobierno norteamericano ha reconocido a ese engendro de gobierno que le ha traído al pueblo hondureño luto y dolor con cientos de heridos y más de medio centenar de muertos, y queda al desnudo que no le interesa a Estados Unidos de Norteamérica, la democracia y la voluntad popular, y queda en evidencia que el ataque a Venezuela es en tanto que; es un gobierno democratico e inclusivo (tal cual lo hiciese Omar en su tiempo) , surgido del voto popular y particularmente por razones del inmenso tesoro energético venezolano.

Los panameños, mientras tanto, ante la falta de un gobierno que defienda nuestra dignidad nacional y que es capaz de entregar el uso de nuestro suelo para propósitos inconfesables en la cruel guerra que quieren imponer desde nuestros territorios contra Venezuela, poniendo en peligro nuestra seguridad, ya que al comprometer la neutralidad del Canal, nos convierten en objetivo militar de represalia, en un eventual conflicto que no tenemos por qué ser los que llevemos las consecuencias por estas aventuras irresponsables que sólo satisfacen trasnochadas pretensiones hegemónicas de USA.

Nuestra postura de principios torrijistas, es que Panamá no puede ser cabeza de playa ni plataforma alguna para agredir a ningún país, y menos a un hermano latinoamericano con el cual compartimos la misma historia y valores ancestrales y reafirmamos nuestro compromiso con la soberanía popular del pueblo venezolano de darse el gobierno que mejor les parezca, por lo cual respetamos a su máxima expresión la autodeterminación de ese hermano pueblo que hoy, desarrolla un diálogo abierto entre oposición y gobierno cuyo propósito es generar paz y sosiego y en el que nadie tiene derecho a entorpecerlo.

¡Así de sencilla es la cosa!

*José Dídimo Escobar Samaniego*
Cédula: 7-84-41
Viernes 2 de febrero en la prima noche

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jueves, 21 de diciembre de 2017

Teniente Octavio Rodriguez, primer héroe de la invasión a Panamá

Teniente Octavio Rodriguez siendo Cadete

¿SABES EL NOMBRE DE ALGÚN SOLDADO PANAMEÑO QUE PERDIÓ LA VIDA EL 20 DE DICIEMBRE DE 1989?
Anónimo

Eran las 8:00pm del 19 de Diciembre de 1989, cuando una flotilla de cuatro barcazas de goma (SPU-26) sale de la Base Naval de Rodman.  En cada una, iban de 12 a 15 unidades con uniformes de camuflaje, pistolas, M-16/203, las en ese entonces nuevas M-249 o M-60, rodeados de granadas de fragmentación, minas Claymore, y el lanza misiles portátil AT-14.  Posteriormente, se supo que eran 48 unidades élites del SEALS TEAM 4.

Pasaron frente a la Quinta Compañía de Infantería Victoriano Lorenzo, con aparente rumbo a Taboga.  Al llegar cerca de las Islas Naos, Perico y Flamenco, giraron a la izquierda rumbo al áerea de la Bahía que podía observarse desde la Avenida Balboa.

En esos días, el ejército norteamericano acantonado en la Zona del Canal, realizaba innumerables maniobras militares (tipo "bullying") fuera del territorio de la Zona del Canal para provocar un error de las Fuerzas de Defensa de Panamá.  Parecía uno de sus múltiples misiones de hostigamiento, a las que estábamos acostumbrados.  Los que detectaron el movimiento de las naves, especulaban que planeaban un ejercicio militar nocturno frente a la Embajada norteamericana; sin embargo, las cuatro embarcaciones continuaron navegando en dirección a las Ruinas de Panamá Viejo.  No obstante, las naves se detuvieron frente al Club Unión y esperaron la Hora H, originalmente planeada a la 01:00am.

Por alguna razón, a las 11:30pm, una de las cuatro naves se quedó y las otras partieron rumbo al Aeropuerto Paitilla.  A  las 11:20, las tres pelotones desembarcan al extremo sur de la pista del aeropuerto.  El primer grupo se desplegó en el área para proteger las naves, los otros dos grupos empezaron a avanzar rumbo al extremo Norte donde estaban los hangares.  El primer grupo avanzaba rápidamente, el segundo grupo, guardando una distancia de varios metros, los seguía al mismo ritmo.

La pista no estaba iluminada completamente, sólo el perímetro frontal de los hangares.

La misión de los SEALs era inutilizar el avión Learjet de Noriega para evitar su fuga.  Cuando llegaron al hangar del medio donde estaba la nave, el primer grupo de soldados norteamericanos se desplegó hacia la pista amparándose en el arco de oscuridad que producían las luces del hangar; y el segundo grupo se mantuvo a un costado del hangar.

Uno de los centinelas advirtió la presencia de los SEALs y les ordenó alejarse del lugar; los norteamericanos se negaron y exigieron al centinela entregarle su AK-47.  El centinela panameño, al tratar de buscar refugio, fue atacado por los soldados norteamericanos.  El centinela no estaba sólo y empezó el tiroteo a las 11:45pm.  Los soldados panameños, muy bien entrenados dispararon a ras del piso a los SEALS que estaban en el centro de la autopista frente al hangar, matando a cuatro SEALs e hiriendo gravemente a ocho más.  Los soldados norteamericanos ubicados en el centro de la pista, quedaron en el medio del fuego de los soldados panameños que les disparaban desde el hangar y los soldados panameños que les disparaban desde las oficinas del Aeropuerto.

El segundo grupo de SEALs atacaba ambas posiciones panameñas y uno de sus soldados disparó su lanzamisil AT-14 a la cabina del Learjet de Noriega, abriéndole un boquete del tamaño de las ventanas, mientras otros SEALs disparaban balas a la aeronave, inutilizándola.

En el medio del feroz combate, el oficial panameño ordenó a sus soldados que se retiraran que el se quedaría cubriendo la retaguardia, sus soldados mientras combatían se negaron a dejarlo solo, el oficial panameño les reiteró la orden, y los soldados panameños partieron.  El oficial panameño resistió el ataque de los SEALs hasta que el poder de fuego norteamericano terminó abatiéndolo.

Esa noche, la fuerza élite SEAL, la mejor entrenada y equipada del planeta, perdió cuatro SEALS, (Lt. John Connors, CPO Donald McFaul, Torpedoman's Mate 2nd Class Issac Rodriguez, y  Botswain's Mate 1st Class Chris Tilghman), y ocho fueron gravemente heridos.

En esa batalla, las Fuerzas de Defensa de Panamá, perdió al joven soldado Teniente Octavio Rodríguez.

Estados Unidos condecoró al Chief Petty Officer (CPO) Donald McFaul, con la Medalla "Purple Heart y Navy Cross", por su heroísmo en combate al perder la vida por salvar a uno de sus compañeros; y como un homenaje a su soldado,  una de las naves de la Marina de Guerra norteamericana, lleva el nombre: "USS McFaul (DDG-74)".

Mientras otros países, honran a sus soldados que pierden la vida en combate, en Panamá, hemos tenido cinco presidentes (de los cuales dos han sido PRD), y ninguno ha tenido el valor de declarar el 20 de Diciembre de 1989, Día de Duelo Nacional.

Hoy día, en el lugar heroico donde perdieron la vida soldados valientes de ambos países en el primer combate de la invasión norteamericana a Panamá, en vez de un monumento, está construido...el Centro Comercial MULTIPLAZA; y el área por donde desembarcaron los soldados norteamericanos para atacar el Aeropuerto de Paitilla, está construida Punta Pacífica.

¡LOOR A LOS SOLDADOS PANAMEÑOS Y MIEMBROS DE LOS BATALLONES DE LA DIGNIDAD, QUE OFRENDARON SUS VIDAS EL 20 DE DICIEMBRE DE 1989, EN DEFENSA DE LA PATRIA!

¡LOOR AL TENIENTE OCTAVIO RODRÍGUEZ!
Autor Anónimo

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En el 2022, con la gestión del Dr. CRISPIANO ADAMES presidente de la Asamblea de Diputados y el Presidente de la República NITO CORTIZO COHEN, fue declarado el 20 de Diciembre DIA DE DUELO NACIONAL... 

Poema No.9, GENOCIDIO SIN RESULTADOS
Poema audiovisual  referente a la invasión de Panamá por el ejercito Norteamericano el 20 de diciembre de 1989    
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ACTO PROTOCOLAR DEL GOBIERNO DE PANAMA - 20 DE DICIEMBRE, DUELO NACIONAL - 2022,  Es el primer acto luego de ser declarada dicha fecha como DUELO NACIONAL. 
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Poema épico el cual presenta un antes, en medio y un después sobre la invasión del Ejercito de los Estados Unidos de Norteamérica al pequeño país de Panamá el 20 de diciembre de 1989



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miércoles, 16 de septiembre de 2015

Carta de Jamaica, Simón Bolivar



CARTA DE JAMAICA

 Kingston, 6 de septiembre de 1815

Me apresuro a contestar la carta del 29 del mes pasado que Vd. me hizo el honor de dirigirme, y que yo recibí con la mayor satisfacción.

Sensible, como debo, al interés que Vd. ha querido tomar por la suerte de mi patria, afligiéndome con ella por los tormentos que padece, desde su descubrimiento hasta estos últimos periodos por parte de sus destructores los españoles, no siento menos el comprometimiento en que me ponen las solícitas demandas que Vd. me hace sobre los objetos más importantes de la política americana. Así, me encuentro en un conflicto, entre el deseo de corresponder a la confianza con que Vd. me favorece y el impedimento de satisfacerla, tanto por la falta de documentos y libros cuanto por los limitados conocimientos que poseo de un país tan inmenso, variado y desconocido como el Nuevo Mundo.

En mi opinión es imposible responder a las preguntas con que Vd. me ha honrado. El mismo barón de Humboldt 2 , con su universalidad de conocimientos teóricos y prácticos, apenas lo haría con exactitud, porque aunque una parte de la estadística y revolución de América es conocida, me atrevo a asegurar que la mayor está cubierta de tinieblas y, por consecuencia, sólo se pueden ofrecer conjeturas más o menos aproximadas, sobre todo en lo relativo a la suerte futura y a los verdaderos proyectos de los americanos; pues cuantas combinaciones suministra la historia de las naciones, de otras tantas es susceptible la nuestra por su posición física, por las vicisitudes de la guerra y por los cálculos de la política.

Como me conceptúo obligado a prestar atención a la apreciable carta de Vd., no menos que a sus filantrópicas miras, me animo a dirigirle estas líneas, en las cuales ciertamente no hallará Vd. las ideas luminosas que desea, mas sí las ingenuas expresiones de mis pensamientos.

"Tres siglos ha —dice Vd.— que empezaron las barbaridades que los españoles cometieron en el grande hemisferio de Colón". Barbaridades que la presente edad ha rechazado como fabulosas, porque parecen superiores a la perversidad humana; y jamás serían creídas por los críticos modernos, si constantes y repetidos documentos no testificasen estas infaustas verdades. El filantrópico obispo de Chiapas, el apóstol de la América, Las Casas, ha dejado a la posteridad una breve relación de ellas, extractadas de las sumarias que siguieron en Sevilla a los conquistadores, con el testimonio de cuantas personas respetables había entonces en el Nuevo Mundo, y con los procesos mismos que los tiranos se hicieron entre sí, como consta por los más sublimes historiadores de aquel tiempo. Todos los imparciales han hecho justicia al celo, verdad y virtudes de aquel amigo de la humanidad, que con tanto fervor y firmeza denunció ante su gobierno y contemporáneos los actos más horrorosos de un frenesí sanguinario.

¡Con cuanta emoción de gratitud leo el pasaje de la carta de Vd. en que me dice que espera que “los sucesos que siguieron entonces a las armas españolas acompañen ahora a las de sus contrarios, los muy oprimidos americanos meridionales"! Yo tomo esta esperanza por una predicción, si la justicia decide las contiendas de los hombres. El suceso coronará nuestros esfuerzos porque el destino de la América se ha fijado irrevocablemente; el lazo que la unía a la España está cortado; la opinión era toda su fuerza; por ella se estrechaban mutuamente las partes de aquella inmensa monarquía; lo que antes las enlazaba, ya las divide; más grande es el odio que nos ha inspirado la Península, que el mar que nos separa de ella; menos difícil es unir los dos continentes que reconciliar los espíritus de ambos países. El hábito a la obediencia; un comercio de intereses, de luces, de religión; una reciproca benevolencia; una tierna solicitud por la cuna y la gloria de nuestros padres; en fin, todo lo que formaba nuestra esperanza nos venía de España. De aquí nacía un principio de adhesión que parecía eterno, no obstante que la conducta de nuestros dominadores relajaba esta simpatía, o, por mejor decir, este apego forzado por el imperio de la dominación. Al presente sucede lo contrario: la muerte, el deshonor, cuanto es nocivo, nos amenaza y tememos; todo lo sufrimos de esa desnaturalizada madrastra. El velo se ha rasgado, ya hemos visto la luz y se nos quiere volver a las tinieblas, se han roto las cadenas; ya hemos sido libres y nuestros enemigos pretenden de nuevo esclavizarnos. Por lo tanto, la América combate con despecho, y rara vez la desesperación no ha arrastrado tras sí la victoria.

Porque los sucesos hayan sido parciales y alternados, no debemos desconfiar de la fortuna. En unas partes triunfan los independientes mientras que los tiranos en lugares diferentes obtienen sus ventajas, y ¿cuál es el resultado final?, ¿no está el Nuevo Mundo entero, conmovido y armado para su defensa? Echemos una ojeada y observaremos una lucha simultánea en la inmensa extensión de este hemisferio.

El belicoso estado de las provincias del Río de la Plata ha purgado su territorio y conducido sus armas vencedoras al Alto Perú 3 , conmoviendo a Arequipa e inquietando a los realistas de Lima. Cerca de un millón de habitantes disfruta allí de su libertad.

El reino de Chile, poblado de 800.000 almas, está lidiando contra sus enemigos que pretenden dominarlo; pero en vano, porque los que antes pusieron un término a sus conquistas, los indómitos y libres araucanos, son sus vecinos y compatriotas; y su ejemplo sublime es suficiente para probarles que el pueblo que ama su independencia por fin la logra.

El virreinato del Perú, cuya población asciende a millón y medio de habitantes, es sin duda el más sumiso y al que más sacrificios se le han arrancado para la causa del Rey; y bien que sean vanas las relaciones concernientes a aquella porción de América, es indudable que ni está tranquila, ni es capaz de oponerse al torrente que amenaza a las más de sus provincias.

La Nueva Granada que es, por decirlo así, el corazón de la América, obedece a un gobierno general, exceptuando el reino de Quito, que con la mayor dificultad contienen sus enemigos por ser fuertemente adicto a la causa de su patria, y las provincias de Panamá y Santa Marta que sufren, no sin dolor, la tiranía de sus señores. Dos millones y medio de habitantes están esparcidos en aquel territorio, que actualmente defienden contra el ejército español bajo el general Morillo, que es verosímil sucumba delante de la inexpugnable plaza de Cartagena. Mas si la tomare será a costa de grandes pérdidas, y desde luego carecerá de fuerzas bastantes para subyugar a los morigerados y bravos moradores del interior.

En cuanto a la heroica y desdichada Venezuela, sus acontecimientos han sido tan rápidos, y sus devastaciones tales, que casi la han reducido a una absoluta indigencia y a una soledad espantosa; no obstante que era uno de los más bellos países de cuantos hacían el orgullo de la América. Sus tiranos gobiernan un desierto; y sólo oprimen a tristes restos que, escapados de la muerte, alimentan una precaria existencia; algunas mujeres, niños y ancianos son los que quedan. Los más de los hombres han perecido por no ser esclavos, y los que viven, combaten con furor en los campos y en los pueblos internos, hasta expirar o arrojar al mar a los que, insaciables de sangre y de crímenes, rivalizan con los primeros monstruos que hicieron desaparecer de la América a su raza primitiva. Cerca de un millón de habitantes se contaba en Venezuela; y, sin exageración, se puede asegurar que una cuarta parte ha sido sacrificada por la tierra 4 , la espada, el hambre, la peste, las peregrinaciones; excepto el terremoto, todo resultado de la guerra.

En Nueva España 5 había en 1808, según nos refiere el barón de Humboldt, 7.800.000 almas con inclusión de Guatemala 6 . Desde aquella época, la insurrección que ha agitado a casi todas las provincias ha hecho disminuir sensiblemente aquel cómputo, que parece exacto; pues más de un millón de hombres ha perecido, como lo podrá Vd. ver en la exposición de Mr. Walton, que describe con fidelidad los sanguinarios crímenes cometidos en aquel opulento imperio. Allí la lucha se mantiene a fuerza de sacrificios humanos y de todas especies, pues nada ahorran los españoles con tal que logren someter a los que han tenido la desgracia de nacer en este suelo, que parece destinado a empaparse con la sangre de sus hijos. A pesar de todo, los mexicanos serán libres porque han abrazado el partido de la patria, con la resolución de vengar a sus antepasados o seguirlos al sepulcro. Ya ellos dicen con Raynall: llegó el tiempo, en fin, de pagar a los españoles suplicios con suplicios y de ahogar esa raza de exterminadores en su sangre o en el mar.

Las islas de Puerto Rico y Cuba que, entre ambas, pueden formar una población de 700 a 800.000 almas, son las que más tranquilamente poseen los españoles, porque están fuera del contacto de los independientes. Mas ¿no son americanos estos insulares? ¿No son vejados? ¿No desean su bienestar?

Este cuadro representa una escala militar de 2.000 leguas de longitud y 900 de latitud en su mayor extensión, en que 16 millones de americanos defienden sus derechos o están oprimidos por la nación española, que aunque fue, en algún tiempo, el más vasto imperio del mundo, sus restos son ahora impotentes para dominar el nuevo hemisferio y hasta para mantenerse en el antiguo. ¿Y la Europa civilizada, comerciante y amante de la libertad, permite que una vieja serpiente, por sólo satisfacer su saña envenenada, devore la más bella parte de nuestro globo? ¡Qué! ¿Está la Europa sorda al clamor de su propio interés? ¿No tiene ya ojos para ver la justicia? ¿Tanto se ha endurecido, para ser de este modo insensible? Estas cuestiones, cuanto más lo medito, más me confunden; llego a pensar que se aspira a que desaparezca la América; pero es imposible, porque toda la Europa no es España. ¡Qué demencia la de nuestra enemiga, pretender reconquistar la América, sin marina, sin tesoro y casi sin soldados!, pues los que tiene, apenas son bastantes para retener a su propio pueblo en una violenta obediencia y defenderse de sus vecinos. Por otra parte, ¿podrá esta nación hacer el comercio exclusivo de la mitad del mundo, sin manufacturas, sin producciones territoriales, sin artes, sin ciencias, sin política? Lograda que fuese esta loca empresa; y suponiendo más aún, lograda la pacificación, los hijos de los actuales americanos, unidos con los de los europeos reconquistadores, ¿no volverían a formar dentro de veinte años los mismos patrióticos designios que ahora se están combatiendo?

La Europa haría un bien a la España en disuadirla de su obstinada temeridad; porque a lo menos le ahorraría los gastos que expende y la sangre que derrama; a fin de que, fijando su atención en sus propios recintos, fundase su prosperidad y poder sobre bases más sólidas que las de inciertas conquistas, un comercio precario y exacciones violentas en pueblos remotos, enemigos y poderosos. La Europa misma, por miras de sana política, debería haber preparado y ejecutado el proyecto de la independencia americana; no sólo porque el equilibrio del mundo así lo exige; sino porque éste es el medio legítimo y seguro de adquirirse establecimientos ultramarinos de comercio. La Europa que no se halla agitada por las violentas pasiones de la venganza, ambición y codicia, como la España, parece que estaba autorizada por todas las leyes de la equidad a ilustrarla sobre sus bien entendidos intereses.

Cuantos escritores han tratado la materia se acuerdan de esta parte. En consecuencia, nosotros esperábamos con razón que todas las naciones cultas se apresurarían a auxiliarnos, para que adquiriésemos un bien cuyas ventajas son reciprocas a entrambos hemisferios. Sin embargo, ¡cuán frustradas esperanzas! No sólo los europeos, pero hasta nuestros hermanos del norte se han mantenido inmóviles espectadores de esta contienda, que por su esencia es la más justa, y por sus resultados la más bella e importante de cuantas se han suscitado en los siglos antiguos y modernos, porque ¿hasta dónde se puede calcular la trascendencia de la libertad del hemisferio de Colón?

"La felonía con que Bonaparte —dice Vd. — prendió a Carlos IV y a Fernando VII, reyes de esta nación, que tres siglos ha aprisionó con traición a dos monarcas de la América meridional, es un acto muy manifiesto de la retribución divina, y al mismo tiempo una prueba de que Dios sostiene la justa causa de los americanos y les concederá su independencia."

Parece que Vd. quiere aludir al monarca de México Montezuma, preso por Cortés y muerto, según Herrera, por el mismo, aunque Solís dice que por el pueblo; y a Atahualpa, Inca del Perú, destruido por Francisco Pizarro y Diego de Almagro. Existe tal diferencia entre la suerte de los reyes españoles y de los reyes americanos, que no admite comparación; los primeros son tratados con dignidad, conservados, y al fin recobran su libertad y trono; mientras que los últimos sufren tormentos inauditos y los vilipendios más vergonzosos. Si a Guatimozín, sucesor de Montezuma, se le trata como emperador y le ponen la corona, fue por irrisión y no por respeto; para que experimentase este escarnio antes que las torturas. Iguales a la suerte de este monarca fueron las del rey de Michoacán, Catzontzín; el Zipa de Bogotá y cuantos toquis, imas, zipas, ulmenes, caciques y demás dignidades indianas sucumbieron al poder español. El suceso de Fernando VII es más semejante al que tuvo lugar en Chile en 1535, con el ulmen de Copiapó, entonces reinante en aquella comarca. El español Almagro pretextó, como Bonaparte, tomar partido por la causa del legítimo soberano y, en consecuencia, llama al usurpador, como Fernando lo era en España; aparenta restituir al legítimo a sus estados, y termina por encadenar y echar a las llamas al infeliz ulmen, sin querer ni aun oír su defensa. Este es el ejemplo de Fernando VII con su usurpador. Los reyes europeos sólo padecen destierro; el ulmén de Chile termina su vida de un modo atroz.

 “Después de algunos meses —añade Vd.— he hecho muchas reflexiones sobre la situación de los americanos y sus esperanzas futuras; tomo grande interés en sus sucesos, pero me faltan muchos informes relativos a su estado actual y a lo que ellos aspiran; deseo infinitamente saber la política de cada provincia, como también su población, si desean repúblicas o monarquías, si formarán una gran república o una gran monarquía. Toda noticia de esta especie que Vd. pueda darme, o indicarme las fuentes a que debo ocurrir, la estimaré como un favor muy particular.”

Siempre las almas generosas se interesan en la suerte de un pueblo que se esmera por recobrar los derechos con que el Creador y la naturaleza lo han dotado; y es necesario estar bien fascinado por el error o por las pasiones para no abrigar esta noble sensación: Vd. ha pensado en mi país y se interesa por él; este acto de benevolencia me inspira el más vivo reconocimiento.
He dicho la población que se calcula por datos más o menos exactos, que mil circunstancias hacen fallidos sin que sea fácil remediar esta inexactitud, porque los más de los moradores tienen habitaciones campestres, y muchas veces errantes, siendo labradores, pastores, nómadas, perdidos en medio de los espesos e inmensos bosques, llanuras solitarias y aisladas entre lagos y ríos caudalosos. ¿Quién será capaz de formar una estadística completa de semejantes monarcas? Además los tributos que pagan los indígenas; las penalidades de los esclavos; las primicias, diezmos y derechos que pesan sobre los labradores y otros accidentes alejan de sus hogares a los pobres americanos. Esto es sin hacer mención de la guerra de exterminio que ya ha segado cerca de un octavo de la población y ha ahuyentado una gran parte; pues entonces las dificultades son insuperables y el empadronamiento vendrá a reducirse a la mitad del verdadero censo.

Todavía es más difícil presentir la suerte futura del Nuevo Mundo, establecer principios sobre su política y casi profetizar la naturaleza del gobierno que llegará a adoptar. Toda idea relativa al porvenir de este país me parece aventurada. ¿Se pudo prever cuando el género humano se hallaba en su infancia, rodeado de tanta incertidumbre, ignorancia y error, cuál sería el régimen que abrazaría para su conservación? ¿Quién se habría atrevido a decir: tal nación será república o monarquía, ésta será pequeña, aquélla grande? En mi concepto, ésta es la imagen de nuestra situación. Nosotros somos un pequeño género humano; poseemos un mundo aparte, cercado por dilatados mares, nuevo en casi todas las artes y ciencias, aunque en cierto modo viejo en los usos de la sociedad civil. Yo considero el estado actual de la América, como cuando desplomado el Imperio Romano cada desmembración formó un sistema político, conforme a sus intereses y situación o siguiendo la ambición particular de algunos jefes, familias o corporaciones; con esta notable diferencia, que aquellos miembros dispersos volvían a restablecer sus antiguas naciones con las alteraciones que exigían las cosas o los sucesos; mas nosotros, que apenas conservamos vestigios de lo que en otro tiempo fue, y que por otra parte no somos indios ni europeos, sino una especie media entre los legítimos propietarios del país y los usurpadores españoles: en suma, siendo nosotros americanos por nacimiento y nuestros derechos los de Europa, tenemos que disputar éstos a los del país y que mantenernos en él contra la invasión de los invasores; así nos hallamos en el caso más extraordinario y complicado; no obstante que es una especie de adivinación indicar cuál será el resultado de la línea de política que la América siga, me atrevo a aventurar algunas conjeturas, que, desde luego, caracterizo de arbitrarias, dictadas por un deseo racional y no por un raciocinio probable.

La posición de los moradores del hemisferio americano ha sido, por siglos, puramente pasiva: su existencia política era nula. Nosotros estábamos en un grado todavía más bajo de la servidumbre, y por lo mismo con más dificultad para elevarnos al goce de la libertad. Permítame Vd. estas consideraciones para establecer la cuestión. Los estados son esclavos por la naturaleza de su constitución o por el abuso de ella. Luego un pueblo es esclavo cuando el gobierno, por su esencia o por sus vicios, huella y usurpa los derechos del ciudadano o súbdito. Aplicando estos principios, hallaremos que la América no sólo estaba privada de sus libertad, sino también de la tiranía activa y dominante. Me explicaré. En las administraciones absolutas no se reconocen límites en el ejercicio de las facultades gubernativas: la voluntad del gran sultán, kan, rey y demás soberanos despóticos es la ley suprema y ésta es casi arbitrariamente ejecutada por los bajaes, kanes y sátrapas subalternos de la Turquía y Persia, que tienen organizada una opresión de que participan los súbditos en razón de la autoridad que se les confía. A ellos está encargada la administración civil, militar y política, de rentas y la religión. Pero al fin son persas los jefes de Ispahan, son turcos los visires del Gran Señor, son tártaros los sultanes de la Tartaria. La China no envía a buscar mandatarios militares y letrados al país de Gengis Kan, que la conquistó, a pesar de que los actuales chinos son descendientes directos de los subyugados por los ascendientes de los presentes tártaros.

¡Cuán diferente era entre nosotros! Se nos vejaba con una conducta que además de privarnos de los derechos que nos correspondían, nos dejaba en una especie de infancia permanente con respecto a las transacciones públicas. Si hubiésemos siquiera manejado nuestros asuntos domésticos en nuestra administración interior, conoceríamos el curso de los negocios públicos y su mecanismo, y gozaríamos también de la consideración personal que impone a los ojos del pueblo cierto respeto maquinal que es tan necesario conservar en las revoluciones. He aquí por qué he dicho que estábamos privados hasta de la tiranía activa, pues que no nos era permitido ejercer sus funciones.

Los americanos, en el sistema español que está en vigor, y quizá con mayor fuerza que nunca, no ocupan otro lugar en la sociedad que el de siervos propios para el trabajo, y cuando más el de simples consumidores; y aún esta parte coartada con restricciones chocantes: tales son las prohibiciones del cultivo de frutos de Europa, el estanco de las producciones que el Rey monopoliza, el impedimento de las fábricas que la misma Península no posee, los privilegios exclusivos del comercio hasta de los objetos de primera necesidad, las trabas entre provincias y provincias americanas, para que no se traten, entiendan, ni negocien; en fin, ¿quiere Vd. saber cuál es nuestro destino?, los campos para cultivar el añil, la grana, el café, la caña, el cacao y el algodón, las llanuras solitarias para criar ganados, los desiertos para cazar las bestias feroces, las entrañas de la tierra para excavar el oro que no puede saciar a esa nación avarienta.

Tan negativo era nuestro estado que no encuentro semejante en ninguna otra asociación civilizada, por más que recorro la serie de edades y la política de todas las naciones. Pretender que un país tan felizmente constituido, extenso, rico y populoso, sea meramente pasivo, ¿no es un ultraje y una violación de los derechos de la humanidad?

Estábamos, como acabo de exponer, abstraídos y, digámoslo así, ausentes del universo en cuanto es relativo a la ciencia del gobierno y administración del estado. Jamás éramos virreyes ni gobernadores, sino por causas muy extraordinarias; arzobispos y obispos pocas veces; diplomáticos nunca; militares, sólo en calidad de subalternos; nobles, sin privilegios reales; no éramos, en fin, ni magistrados, ni financistas y casi ni aun comerciantes; todo es contravención directa de nuestras instituciones.

El emperador Carlos V  formó un pacto con los descubridores, conquistadores y pobladores de América, que como dice Guerra, es nuestro contrato social. Los reyes de España convinieron solemnemente con ellos que lo ejecutasen por su cuenta y riesgo, prohibiéndoseles hacerlo a costa de la real hacienda, y por esta razón se les concedía que fuesen señores de la tierra, que organizasen la administración y ejerciesen la judicatura en apelación, con otras muchas exenciones y privilegios que sería prolijo detallar. El Rey se comprometió a no enajenar jamás las provincias americanas, como que a él no tocaba otra jurisdicción que la del alto dominio, siendo una especie de propiedad feudal la que allí tenían los conquistadores para sí y sus descendientes. Al mismo tiempo existen leyes expresas que favorecen casi exclusivamente a los naturales del país originarios de España en cuanto a los empleos civiles, eclesiásticos y de rentas. Por manera que, con una violación manifiesta de las leyes y de los pactos subsistentes, se han visto despojar aquellos naturales de la autoridad constitucional que les daba su código.

De cuanto he referido será fácil colegir que la América no estaba preparada para desprenderse de la metrópoli, como súbitamente sucedió, por el efecto de las ilegítimas cesiones de Bayona y por la inicua guerra que la Regencia nos declaró, sin derecho alguno para ello, no sólo por la falta de justicia, sino también de legitimidad. Sobre la naturaleza de los gobiernos españoles, sus decretos conminatorios y hostiles, y el curso entero de su desesperada conducta hay escritos, del mayor mérito, en el periódico "El Español" cuyo autor es el señor Blanco; y estando allí esta parte de nuestra historia muy bien tratada, me limito a indicarlo.

Los americanos han subido de repente y sin los conocimientos previos, y, lo que es más sensible, sin la práctica de los negocios públicos, a representar en la escena del mundo las eminentes dignidades de legisladores, magistrados, administradores del erario, diplomáticos, generales y cuantas autoridades supremas y subalternas forman la jerarquía de un estado organizado con regularidad.

Cuando las águilas francesas sólo respetaron los muros de la ciudad de Cádiz, y con su vuelo arrollaron los frágiles gobiernos de la Península, entonces quedamos en la orfandad. Ya antes habíamos sido entregados a la merced de un usurpador extranjero; después, lisonjeados con la justicia que se nos debía y con esperanzas halagüeñas siempre burladas; por último, inciertos sobre nuestro destino futuro, y amenazados por la anarquía, a causa de la falta de un gobierno legítimo, justo y liberal, nos precipitamos en el caos de la revolución. En el primer momento sólo se cuidó de proveer a la seguridad interior, contra los enemigos que encerraba nuestro seno. Luego se extendió a la seguridad exterior; se establecieron autoridades que sustituimos a las que acabábamos de deponer, encargadas de dirigir el curso de nuestra revolución y de aprovechar la coyuntura feliz en que nos fuese posible fundar un gobierno constitucional, digno del presente siglo y adecuado a nuestra situación.

Todos los nuevos gobiernos marcaron sus primeros pasos con el establecimiento de juntas populares. Estas formaron en seguida reglamentos para la convocación de congresos que produjeron alteraciones importantes. Venezuela erigió un gobierno democrático y federal, declarando previamente los derechos del hombre, manteniendo el equilibrio de los poderes y estatuyendo leyes generales en favor de la libertad civil, de imprenta y otras; finalmente se constituyó un gobierno independiente. La Nueva Granada siguió con uniformidad los establecimientos políticos y cuantas reformas hizo Venezuela, poniendo por base fundamental de su constitución el sistema federal más exagerado que jamás existió; recientemente se ha mejorado con respecto al poder ejecutivo general, que ha obtenido cuantas atribuciones le corresponden. Según entiendo, Buenos Aires y Chile han seguido esta misma línea de operaciones; pero como nos hallamos a tanta distancia, los documentos son tan raros y las noticias tan inexactas, no me animaré ni aun a bosquejar el cuadro de sus transacciones.

Los sucesos de México han sido demasiado varios, complicados, rápidos y desgraciados para que se puedan seguir en el curso de su revolución. Carecemos, además, de documentos bastante instructivos, que nos hagan capaces de juzgarlos. Los independientes de México, por lo que sabemos, dieron principio a su insurrección en septiembre de 1810, y un año después ya tenían centralizado su gobierno en Zitácuaro e instalada allí una junta nacional, bajo los auspicios de Fernando VII, en cuyo nombre se ejercían las funciones gubernativas. Por los acontecimientos de la guerra, esta junta se trasladó a diferentes lugares, y es verosímil que se haya conservado hasta estos últimos momentos, con las modificaciones que los sucesos hayan exigido. Se dice que ha creado un generalísimo o dictador, que lo es el ilustre general Morelos; otros hablan del célebre general Rayón; lo cierto es que uno de estos grandes hombres, o ambos separadamente, ejercen la autoridad suprema en aquel país; y recientemente ha aparecido una constitución para el régimen del estado. En marzo de 1812 el gobierno, residente en Zultepec, presentó un plan de paz y guerra al virrey de México, concebido con la más profunda sabiduría. En él se reclamó el derecho de gentes, estableciendo principios de una exactitud incontestable. Propuso la junta que la guerra se hiciese como entre hermanos y conciudadanos, pues que no debía ser más cruel que entre naciones extranjeras; que los derechos de gentes y de guerra, inviolables para los mismos infieles y bárbaros, debían serlo más para cristianos, sujetos a un soberano y a unas mismas leyes; que los prisioneros no fuesen tratados como reos de lesa majestad ni se degollasen los que rendían las armas, sino que se mantuviesen en rehenes para canjearlos; que no se entrase a sangre y fuego en las poblaciones pacíficas, no las diezmasen ni quintasen para sacrificarlas; y concluye que, en caso de no admitirse este plan, se observarían rigurosamente las represalias. Esta negociación se trató con el más alto desprecio; no se dio respuesta a la junta nacional; las comunicaciones originales se quemaron públicamente en la plaza de México, por mano del verdugo, y la guerra de exterminio continuó por parte de los españoles con su furor acostumbrado, mientras que los mexicanos y las otras naciones americanas no la hacían ni aun a muerte con los prisioneros de guerra que fuesen españoles. Aquí se observa que por causas de conveniencia, se conservó la apariencia de sumisión al rey y aun a la constitución de la monarquía. Parece que la junta nacional es absoluta en el ejercicio de las funciones legislativas, ejecutivas y judiciales, y el número de sus miembros muy limitado.

Los acontecimientos de la Tierra Firme nos han probado que las instituciones perfectamente representativas no son adecuadas a nuestro carácter, costumbres y luces actuales. En Caracas el espíritu del partido tomó su origen en las sociedades, asambleas y elecciones populares; y estos partidos nos tornaron a la esclavitud. Y así como Venezuela ha sido la república americana que más se ha adelantado en sus instituciones políticas, también ha sido el más claro ejemplo de la ineficacia de la forma democrática y federal para nuestros nacientes estados. En Nueva Granada las excesivas facultades de los gobiernos provinciales y la falta de centralización en el general, han conducido aquel precioso país al estado a que se ve reducido en el día. Por esta razón, sus débiles enemigos se han conservado contra todas las probabilidades. En tanto que nuestros compatriotas no adquieran los talentos y virtudes políticas que distinguen a nuestros hermanos del Norte, los sistemas enteramente populares, lejos de sernos favorables, temo mucho que vengan a ser nuestra ruina. Desgraciadamente estas cualidades parecen estar muy distantes de nosotros en el grado que se requiere; y por el contrario, estamos dominados de los vicios que se contraen bajo la dirección de una nación como la española, que sólo ha sobresalido en fiereza, ambición, venganza y codicia.

"Es más difícil —dice Montesquieu— sacar un pueblo de la servidumbre, que subyugar uno libre." Esta verdad está comprobada por los anales de todos los tiempos, que nos muestran las más de las naciones libres sometidas al yugo y muy pocas de las esclavas recobrar su libertad. A pesar de este convencimiento, los meridionales de este continente han manifestado el conato de conseguir instituciones liberales y aun perfectas, sin duda, por efecto del instinto que tienen todos los hombres de aspirar a su mejor felicidad posible; la que se alcanza, infaliblemente, en las sociedades civiles, cuando ellas están fundadas sobre las bases de la justicia, de la libertad y de la igualdad. Pero, ¿seremos nosotros capaces de mantener en su verdadero equilibrio la difícil carga de una república? ¿Se puede concebir que un pueblo recientemente desencadenado se lance a la esfera de la libertad sin que, como a Ícaro, se le deshagan las alas y recaiga en el abismo? Tal prodigio es inconcebible, nunca visto. Por consiguiente no hay un raciocinio verosímil que nos halague con esta esperanza.

Yo deseo más que otro alguno ver formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riquezas que por su libertad y gloria. Aunque aspiro a la perfección del gobierno de mi patria, no puedo persuadirme que el Nuevo Mundo sea por el momento regido por una gran república; como es imposible, no me atrevo a desearlo, y menos deseo una monarquía universal en América, porque este proyecto, sin ser útil, es también imposible. Los abusos que actualmente existen no se reformarían y nuestra regeneración sería infructuosa. Los estados americanos han menester de los cuidados de gobiernos paternales que curen las llagas y las heridas del despotismo y la guerra. La metrópoli, por ejemplo, sería México, que es la única que puede serlo por su poder intrínseco, sin el cual no hay metrópoli. Supongamos que fuese el istmo de Panamá, punto céntrico para todos los extremos de este vasto continente, ¿no continuarían éstos en la languidez y aun en el desorden actual? Para que un solo gobierno dé vida, anime, ponga en acción todos los resortes de la prosperidad pública, corrija, ilustre y perfeccione al Nuevo Mundo, sería necesario que tuviese las facultades de un Dios, y cuando menos las luces y virtudes de todos los hombres.

El espíritu de partido que, al presente, agita a nuestros estados se encendería entonces con mayor encono, hallándose ausente la fuente del poder, que únicamente puede reprimirlo. Además los magnates de las capitales no sufrirían la preponderancia de los metropolitanos, a quienes considerarían como a otros tantos tiranos: sus celos llegarían hasta el punto de comparar a éstos con los odiosos españoles. En fin, una monarquía semejante sería un coloso disforme, que su propio peso desplomaría a la menor convulsión.

M. de Pradt ha dividido sabiamente a la América en quince a diecisiete estados independientes entre sí, gobernados por otros tantos monarcas. Estoy de acuerdo en cuanto a lo primero, pues la América comporta la creación de diecisiete naciones; en cuanto a lo segundo, aunque es más fácil conseguirlo, es menos útil, y así no soy de la opinión de las monarquías americanas. He aquí mis razones: el interés bien entendido de una república se circunscribe en la esfera de su conservación, prosperidad y gloria. No ejerciendo la libertad imperio, porque es precisamente su opuesto, ningún estimulo excita a los republicanos a extender los términos de su nación, en detrimento de sus propios medios, con el único objeto de hacer participar a sus vecinos de una constitución liberal. Ningún derecho adquieren, ninguna ventaja sacan venciéndolos; a menos que los reduzcan a colonias, conquistas o aliados, siguiendo el ejemplo de Roma. Máximas y ejemplos tales, están en oposición directa con los principios de justicia de los sistemas republicanos; y aun diré más, en oposición manifiesta con los intereses de sus ciudadanos: porque un estado demasiado extenso en sí mismo o por sus dependencias, al cabo viene en decadencia y convierte su forma libre en otra tiránica; relaja los principios que deben conservarla y ocurre, por último, al despotismo. El distintivo de las pequeñas repúblicas es la permanencia, el de las grandes es vario; pero siempre se inclina al imperio. Casi todas las primeras han tenido una larga duración; de las segundas sólo Roma se mantuvo algunos siglos, pero fue porque era república la capital y no lo era el resto de sus dominios, que se gobernaban por leyes e instituciones diferentes.

Muy contraria es la política de un rey cuya inclinación constante se dirige al aumento de sus posesiones, riquezas y facultades: con razón, porque su autoridad crece con estas adquisiciones, tanto con respecto a sus vecinos como a sus propios vasallos, que temen en él un poder tan formidable cuanto es su imperio, que se conserva por medio de la guerra y de las conquistas. Por estas razones pienso que los americanos ansiosos de paz, ciencias, artes, comercio y agricultura, preferirían las repúblicas a los reinos, y me parece que estos deseos se conforman con las miras de la Europa.

No convengo en el sistema federal entre los populares y representativos, por ser demasiado perfecto y exigir virtudes y talentos políticos muy superiores a los nuestros; por igual razón rehusó la monarquía mixta de aristocracia y democracia, que tanta fortuna y esplendor ha procurado a la Inglaterra. No siéndonos posible lograr entre las repúblicas y monarquías lo más perfecto y acabado, evitemos caer en anarquías demagógicas, o en tiranías monócratas. Busquemos un medio entre extremos opuestos, que nos conducirían a los mismos escollos, a la infelicidad y al deshonor. Voy a arriesgar el resultado de mis cavilaciones sobre la suerte futura de la América: no la mejor sino la que sea más asequible.

Por la naturaleza de las localidades, riquezas, poblaciones y carácter de los mexicanos, imagino que intentarán al principio establecer una república representativa, en la cual tenga grandes atribuciones el poder ejecutivo, concentrándolo en un individuo que si desempeña sus funciones con acierto y justicia, casi naturalmente vendrá a conservar su autoridad vitalicia. Si su incapacidad o violenta administración excita una conmoción popular que triunfe, este mismo poder ejecutivo quizás se difundirá en una asamblea. Si el partido preponderante es militar o aristocrático, exigirá probablemente una monarquía que al principio será limitada y constitucional, y después inevitablemente declinará en absoluta; pues debemos convenir en que nada hay más difícil en el orden político que la conservación de una monarquía mixta; y también es preciso convenir en que sólo un pueblo tan patriota como el inglés es capaz de contener la autoridad de un rey, y de sostener el espíritu de libertad bajo un cetro y una corona.

Los estados del istmo de Panamá hasta Guatemala formarán quizá una asociación. Esta magnifica posición entre los dos grandes mares podrá ser con el tiempo el emporio del universo; sus canales acortarán las distancias del mundo; estrecharán los lazos comerciales de Europa, América y Asia; traerán a tan feliz región los tributos de las cuatro partes del globo. ¡Acaso sólo allí podrá fijarse algún día la capital de la tierra como pretendió Constantino que fuese Bizancio la del antiguo hemisferio!

La Nueva Granada se unirá con Venezuela, si llegan a convenirse en formar una república central, cuya capital sea Maracaibo, o una nueva ciudad que, con el nombre de Las Casas, en honor de este héroe de la filantropía, se funde entre los confines de ambos países, en el soberbio puerto de Bahía-honda. Esta posición, aunque desconocida, es más ventajosa por todos respectos. Su acceso es fácil y su situación tan fuerte que puede hacerse inexpugnable. Posee un clima puro y saludable, un territorio tan propio para la agricultura como para la cría de ganado, y una grande abundancia de maderas de construcción. Los salvajes que la habitan serian civilizados y nuestras posesiones se aumentarían con la adquisición de la Goagira. Esta nación se llamaría Colombia, como un tributo de justicia y gratitud al creador de nuestro hemisferio. Su gobierno podrá imitar al inglés; con la diferencia de que en lugar de un rey, habrá un poder ejecutivo electivo, cuando más vitalicio, y jamás hereditario, si se quiere república; una cámara o senado legislativo hereditario, que en las tempestades políticas se interponga entre las olas populares y los rayos del gobierno, y un cuerpo legislativo, de libre elección, sin otras restricciones que las de la cámara baja de Inglaterra. Esta constitución participaría de todas las formas, y yo deseo que no participe de todos los vicios. Como ésta es mi patria tengo un derecho incontestable para desearle lo que en mi opinión es mejor. Es muy posible que la Nueva Granada no convenga en el reconocimiento de un gobierno central, porque es en extremo adicta a la federación; y entonces formará, por sí sola, un estado que, si subsiste, podrá ser muy dichoso por sus grandes recursos de todo género.

Poco sabemos de las opiniones que prevalecen en Buenos Aires, Chile y el Perú; juzgando por lo que se transluce y por las apariencias, en Buenos Aires habrá un gobierno central, en que los militares se lleven la primacía por consecuencia de sus divisiones internas y guerras externas. Esta constitución degenerará necesariamente en una oligarquía, o una monocracia con más o menos restricciones, y cuya denominación nadie puede adivinar. Sería doloroso que tal cosa sucediese, porque aquellos habitantes son acreedores a la más espléndida gloria.

El reino de Chile está llamado por la naturaleza de su situación, por las costumbres inocentes y virtuosas de sus moradores, por el ejemplo de sus vecinos, los fieros republicanos del Arauco, a gozar de las bendiciones que derraman las justas y dulces leyes de una república. Si alguna permanece largo tiempo en América, me inclino a pensar que será la chilena. Jamás se ha extinguido allí el espíritu de libertad; los vicios de la Europa y del Asia llegarán tarde o nunca a corromper las costumbres de aquel extremo del universo. Su territorio es limitado; estará siempre fuera del contacto inficionado del resto de los hombres; no alterará sus leyes, usos y prácticas; preservará su uniformidad en opiniones políticas y religiosas; en una palabra, Chile puede ser libre.

El Perú, por el contrario, encierra dos elementos enemigos de todo régimen justo y liberal: oro y esclavos. El primero lo corrompe todo; el segundo está corrompido por sí mismo. El alma de un siervo rara vez alcanza a apreciar la sana libertad: se enfurece en los tumultos o se humilla en las cadenas.

Aunque estas reglas serían aplicables a toda la América, creo que con más justicia las merece Lima, por los conceptos que he expuesto y por la cooperación que ha prestado a sus señores contra sus propios hermanos, los ilustres hijos de Quito, Chile y Buenos Aires. Es constante que el que aspira a obtener la libertad a lo menos lo intenta. Supongo que en Lima no tolerarán los ricos la democracia; ni los esclavos y pardos libertos la aristocracia: los primeros preferirán la tiranía de uno solo, por no padecer las persecuciones tumultuarias y por establecer un orden siquiera pacífico. Mucho hará si consigue recobrar su independencia.

De todo lo expuesto podemos deducir estas consecuencias: las provincias americanas se hallan lidiando por emanciparse; al fin obtendrán el suceso; algunas se constituirán de un modo regular en repúblicas federales y centrales; se fundarán monarquías casi inevitablemente en las grandes secciones, y algunas serán tan infelices que devorarán sus elementos ya en la actual ya en las futuras revoluciones, que una gran monarquía no será fácil consolidar, una gran república, imposible.

Es una idea grandiosa pretender formar de todo el Mundo Nuevo una sola nación con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tiene un origen, una lengua, unas costumbres y una religión, debería, por consiguiente, tener un solo gobierno que confederase los diferentes estados que hayan de formarse; mas no es posible, porque climas remotos, situaciones diversas, intereses opuestos, caracteres desemejantes, dividen a la América. ¡Qué bello sería que el Istmo de Panamá fuese para nosotros lo que el de Corinto para los griegos! Ojalá que algún ida tengamos la fortuna de instalar allí un augusto congreso de los representantes de las repúblicas, reinos e imperios a tratar y discutir sobre los altos intereses de la paz y de la guerra, con las naciones de las otras partes del mundo. Esta especie de corporación podrá tener lugar en alguna época dichosa de nuestra regeneración; otra esperanza es infundada, semejante a la del abate St. Pierre, que concibió el laudable delirio de reunir un congreso europeo para decidir de la suerte y de los intereses de aquellas naciones.

"Mutaciones importantes y felices —continúa Vd.— pueden ser frecuentemente producidas por efectos individuales." Los americanos meridionales tienen una tradición que dice que cuando Quetzalcóatl, el Hermes o Buda de la América del Sur, resignó su administración y los abandonó, les prometió que volvería después que los siglos desiguales hubiesen pasado, y que él restablecería su gobierno y renovaría su felicidad. ¿Esta tradición no opera y excita una convicción de que muy pronto debe volver? ¿Concibe Vd. cuál será el efecto que producirá si un individuo, apareciendo entre ellos, demostrase los caracteres de Quetzalcóatl, el Buda del bosque, o Mercurio, del cual han hablado tanto las otras naciones? ¿No es la unión todo lo que se necesita para ponerlos en estado de expulsar a los españoles, sus tropas y los partidarios de la corrompida España para hacerlos capaces de establecer un imperio poderoso, con un gobierno libre y leyes benévolas?

Pienso como Vd. que causas individuales pueden producir resultados generales; sobre todo en las revoluciones. Pero no es el héroe, gran profeta, o Dios del Anahuac, Quetzalcóatl el que es capaz de operar los prodigiosos beneficios que Vd. propone. Este personaje es apenas conocido del pueblo mexicano, y no ventajosamente, porque tal es la suerte de los vencidos aunque sean dioses. Sólo los historiadores y literatos se han ocupado cuidadosamente en investigar su origen, verdadera o falsa misión, sus profecías y el término de su carrera. Se disputa si fue un apóstol de Cristo o bien pagano. Unos suponen que su nombre quiere decir Santo Tomás; otros que Culebra Emplumajada; y otros dicen que es el famoso profeta de Yucatán, Chilam-Balam. En una palabra, los más de los autores mexicanos, polémicos e historiadores profanos, han tratado, con más o menos extensión, la cuestión sobre el verdadero carácter de Quetzalcóatl. El hecho es, según dice Acosta, que él estableció una religión cuyos ritos, dogmas y misterios tenían una admirable afinidad con la de Jesús, y que quizás es la más semejante a ella. No obstante esto, muchos escritores católicos han procurado alejar la idea de que este profeta fuese verdadero, sin querer reconocer en él a un Santo Tomás, como lo afirman otros célebres autores. La opinión general es que Quetzalcóatl es un legislador divino entre los pueblos paganos del Anahuac, del cual era lugarteniente el gran Montezuma, derivando de él su autoridad. De aquí se infiere que nuestros mexicanos no seguirían al gentil Quetzalcóatl, aunque apareciese bajo las formas más idénticas y favorables, pues que profesan una religión la más intolerante y exclusiva de las otras.

Felizmente los directores de la independencia de México se han aprovechado del fanatismo con el mejor acierto, proclamando la famosa virgen de Guadalupe por reina de los patriotas, invocándola en todos los casos arduos y llevándola en sus banderas. Con esto el entusiasmo político ha formado una mezcla con la religión, que ha producido un fervor vehemente por la sagrada causa de la libertad. La veneración de esta imagen en México es superior a la más exaltada que pudiera inspirar el más diestro profeta.

Seguramente la unión es la que nos falta para completar la obra de nuestra regeneración. Sin embargo, nuestra división no es extraña, porque tal es el distintivo de las guerras civiles formadas generalmente entre dos partidos: conservadores y reformadores. Los primeros son, por lo común, más numerosos, porque el imperio de la costumbre produce el efecto de la obediencia a las potestades establecidas; los últimos son siempre menos numerosos, aunque más vehementes e ilustrados. De este modo la masa física se equilibra con la fuerza moral, y la contienda se prolonga siendo sus resultados muy inciertos. Por fortuna, entre nosotros, la masa ha seguido a la inteligencia.

Yo diré a Vd. lo que puede ponernos en actitud de expulsar a los españoles y de fundar un gobierno libre: es la unión, ciertamente; mas esta unión no nos vendrá por prodigios divinos, sino por efectos sensibles y esfuerzos bien dirigidos. La América está encontrada entre sí, porque se halla abandonada de todas las naciones; aislada en medio del universo, sin relaciones diplomáticas ni auxilios militares, y combatida por la España, que posee más elementos para la guerra que cuantos nosotros furtivamente podemos adquirir.

Cuando los sucesos no están asegurados, cuando el estado es débil y cuando las empresas son remotas, todos los hombres vacilan, las opiniones se dividen, las pasiones las agitan y los enemigos las animan para triunfar por este fácil medio. Luego que seamos fuertes, bajo los auspicios de una nación liberal que nos preste su protección, se nos verá de acuerdo cultivar las virtudes y los talentos que conducen a la gloria; entonces seguiremos la marcha majestuosa hacia las grandes prosperidades a que está destinada la América meridional; entonces las ciencias y las artes que nacieron en el Oriente y han ilustrado la Europa, volarán a Colombia libre, que las convidará con un asilo.

Tales son, señor, las observaciones y pensamientos que tengo el honor de someter a Vd. para que los rectifique o deseche, según su mérito, suplicándole se persuada que me he atrevido a exponerlos, más por no ser descortés, que porque me crea capaz de ilustrar a Vd. en la materia.

Soy de Vd. etc., etc., etc.

Simón Bolívar


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