*Atilio Boron: HAY QUE APRENDER A INVISIBILIZAR A NUESTROS ENEMIGOS*
Escuché la entrevista que le hicieran en Telesur a *Atilio Boron*
sobre su nuevo libro; el mismo es una crítica al literato peruano que renegó de
sus raíces y se nacionaliza español; además de imprecar las bases populares de
su entendimiento y que le permitieron su fama.
Hay tres cosas que dijo, primero que el traidor era muy popular
por lo que había que darle respuesta. Segundo, que además de todo era obligado
leerlo. Y lo tercero expresado (hubo más), es que no sabe por qué se cambió de
trinchera aunque el susodicho es extremadamente egocéntrico. Y por esto y otras
razones él (Atilio) vio la necesidad de contestarle.
El primer argumento lo manifestó Boron en forma tan alegre,
incluyendo las cualidades de artista teatral que posee su criticado escritor,
que casi me convence que la sostenida atención que los medios de comunicación le
deparan es el producto de su personalidad per se. Curiosamente Diosdado, Cabeza
de Mango o Carvajalino son
extremadamente extrovertidos y no aparecen en ningún medio de comunicación de
América y del mundo capitalista; ni que decir de la Negra, Larissa o Mario
Silva; todos ellos en un escenario de confrontación revolucionaria sin
precedentes en la historia.
Nuestro traidor escritor solo tiene esa popularidad *sobre las
barrabasadas que escribe* porque es la estrella de la *Inteligencia Imperial*.
Claro, su auditorio está directamente vinculado a los sectores de capas medias
hacia arriba que no tienen el más mínimo nivel cultural. Igual que la Alvares
guatemalteca, sus ignorantes disertaciones solo tienen público de los sectores
mencionados y cuyo nivel cultural es muy bajo. Sectores sociales que, de por sí,
(por lo menos por ahora) *jamás serán parte de nuestra base política de apoyo*.
Por tanto, es totalmente estéril confrontarlo directamente; muy por el contrario,
de hacerlo lo estaríamos resucitando dentro de nuestras filas.
Ciertamente, a él y a algunos otros le he tenido desde hace mucho
tiempo en la mira; pero cavilando sobre el tema, llegué a la conclusión que no
era político ni mucho menos histórico criticarlos directamente ni siquiera para
apoyarnos en su *efímera fama*. Esperé el momento y en pequeños espacios (que
es todo lo que se merecen) pude darles su merecido; en Es Inevitable, por
ejemplo, página 18, escribo:
“América Latina está demostrando que estas estrategias de la
contrarrevolución mundial son un fracaso. Lo que sí han logrado es aislarse
totalmente de la intelectualidad culta; sus pupilos educados en los argumentos
incoherentes, no salen de la chabacanería. Para ocultar su ignorancia ante la
comunidad tienen que comprar algunos escritores e intelectuales surgidos del
movimiento popular. ¡Sorpresa!, *los que se venden no son los mejores*, cuando
dan el salto traicionero de dirigente popular de la cultura a candidato a
Presidente y luego a la nacionalidad española, dejan atrás su sagacidad,
creatividad, su individualidad, dejan atrás su alma; viviendo el resto de su
vida de las glorias que construyeron mientras se debía a lo más sagrado que
existe: el amor, el amor al prójimo. Luego que logran quebrantar (comprar) la
voluntad del intelectual traidor, en el salto ocurre la más rara metamorfosis:
salta como un ilustre letrado que está asegurando un espacio en la historia y
cae como un ignorado ser de pasiones olvidado en el tiempo. Cuando la
contrarrevolución lo apaña es ya una hiena. Tuvimos la oportunidad de estar al
lado del hijo de uno de estos traidores y déjenme decirles… ¡era un hienita!”
No es cierto que es obligado leerlo. ¿Qué podría enseñarnos *este
desertor*?, cuando en su país de origen existen innumerables chivos como para
que tenga que ir a una isla, que no tiene nada que ver con su entorno, para
describir uno. ¿Qué se le puede aprender a un perjuro? Qué nos puede *ilustrar*
alguien que utiliza su entendimiento
para *embaucar*, confundir, mentir, tergiversar, *falsificar la realidad*. Ni
que escribir, que además se estaría promoviendo sus *fétidos* valores éticos y
morales.
Y por último, todo el mundo sabe que fue seducido por la promesa
de otorgarle el Premio Nobel, cosa que el imperio cumplió. No fue un asunto de
dinero, o de posición social, fue un asunto de su extremo egocentrismo.
Simplemente trocó lo más preciado que
tiene un escritor sacrificado *que es la trascendencia* por el efímero galardón
terrenal que, ganado en la forma en que lo hizo, termina enterrándose en vida.
Porque la historia *lo sepultará*, la sociedad socialista del mañana encontrará
en el pasado y en su futuro cualquier cantidad de literatos increíblemente mejores
que él y además comprometidos con su realidad; merecedores de todos los
elogios, aplausos y dedicación a su obra construida a sangre y fuego.
Al final los monitores imperiales deben estar que saltan de la
alegría cuando observan, sin ningún esfuerzo, que su *esbirro intelectualoide* se haya
convertido en atención dentro de nuestras filas democráticas y revolucionarias;
dado que uno de los nuestros se ha preocupado en hacerle una misa de
resurrección al ya *santiguado fantasma*.
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Aquí palera
cerrada a otros sicarios imperiales….
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