Bienvenido su Santidad Papa Francisco,
renovador de la iglesia católica
sobre los postulados de fe en la humanidad... 🙏👏
y no en su destrucción.
del libro Es Inevitable
Juan Pablo II llega al Trono de San Pedro luego de la inexplicable muerte de su antecesor. Juan Pablo I (Albino Luciani) es ordenado Papa el 26 de agosto de 1978 y muere (es asesinado) 33 días después. Según aseveramos en el libro “Reflexiones para un debate”, “nada a este nivel de los acontecimientos humanos, es casual”. Este nuevo Papa, Juan Pablo I, iba a promulgar una encíclica que fortaleciera las reformas del Concilio Vaticano II; según él, era “un extraordinario acontecimiento de gran alcance histórico y de crecimiento para la Iglesia”. Ni que decir, sobre sus votos de “humildad” con los que eligió el lema de su Papado y de hacer “más humano” su gestión. Ninguna de estas señales –y hubo muchas más- satisfacían los sectores reaccionarios dentro y fuera de la iglesia; que además, veían con extremo temor el ascendente papel que la Teología de la Liberación desarrollaba en América. Evidentemente sería fortalecida esta tendencia con el afianzamiento del Concilio Vaticano II, tal cual lo anunciaba el nuevo Papa que “solamente” duraría treinta y tres días en el poder.
Varios escrutinios (se dice que 8) tuvieron que pasar para que Karol Wojtyla fuera coronado Papa, lo que indica que hubo puja y repuja en medio de la más feroz conspiración. En donde al final, como se sabe, fue sepultado el Concilio Vaticano II junto con la “Humilitas” y las posibilidades de hacer “más humano” el papado. Hasta el nombre que usó, Juan Pablo II, carece de casualidad; sepulta ante la audiencia a Juan Pablo I y su sospechosa ausencia; lastimosamente para nuestro protagonista polaco, no ante la historia.
Página 133 - 134
Lo cierto es que en 1981 Juan Pablo II nombra a Joseph A. Ratzinger, ex miembro de las juventudes hitlerianas (aunque obligado, su iglesia guardó silencio ante la envestida de la bestia), y futuro sucesor, para ser prefector de la Congregación para la Doctrina de la Fe (Sagrada Congregación del Santo Oficio-Inquisición), a quien años más tarde lo nombrara decano del Colegio Cardenalicio. Con esta designación el sector conservado y derechista de la iglesia -el que si actúa con premeditación y alevosía tras bambalinas- ya estaban preparados para asestarle un rudo golpe de linchamiento a la Teología de la Liberación, cuyo error fue exponerse públicamente como una tendencia; más no le quedaban alternativas, ellos llegan a ese entendimiento paulatinamente en la medida en que sufren codo a codo los vejámenes de sus feligreses y en la mayoría de los casos el de ellos mismos.
Para 1984, ya teniendo control político sobre su reinado terrenal, el Papa Juan Pablo II pidió a la Congregación para la Doctrina de la Fe (dirigida por nuestro ex fascista obispo) un extenso estudio de esta “ corriente de pensamiento que, bajo el nombre de `Teología de la Liberación´ propone una interpretación innovadora del contenido de la fe y de la existencia cristiana que se aparta gravemente de la fe de la Iglesia, aún más, que constituye la negación práctica de la misma ”. En la solicitud de convocatoria ya estaba condenándola, en ningún momento iba a darse un estudio a partir de criterios imparciales, sino una carnicería.
Desde entonces la Teología de la Liberación pasa a la clandestinidad.
La forma en que fuese asesinado el Arzobispo Oscar Arnulfo Romero el 24 de marzo de 1980, es muy probable que haya sido producto del envalentonamiento de los sectores reaccionarios por el abandono manifiesto que demostrara Juan Pablo II sobre los conflictos que se desarrollaban en América. Complicidad que queda manifiesta por la misma actitud de la jerarquía católica ante este espeluznante acto de barbarie (entre cientos de miles más).
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