Los responsables del incendio del bus
Este artículo fue publicado el 11 de diciembre de 2006 en la sección de Opinión del Diario La Prensa.
Lastimosamente los protagonistas no lo leyeron, a ninguno le importó; sin embargo, la premonición que hicimos en el último párrafo se cumplió tres años después.
Un dicho muy antiguo dice: "Si ves las barbas de tu vecino arder, pon las tuyas en remojo". El resto de los dueños de transporte público del país, tienen tiempo para colocar sus barbas en remojo.
___________________________________________________
18 CALCINADOS.
Los responsables del incendio del bus
La prensa 11 de diciembre de 2006
Moisés Pinzón
Martínez
El 23 de octubre del presente año, se incendia un bus en una
forma que a primera vista no deja lugar a dudas de que fuera un acto terrorista,
tal como los hemos visto en Beirut, Estados Unidos o Colombia. Pero para
sorpresa de todos, fue un increíble accidente producto del descuido, la falta de
mantenimiento y, finalmente, la falta del liderazgo necesario que obligue a
cumplir las leyes de un gobierno tras otro. Sin embargo, el verdadero culpable
es el sistema de propiedad existente entre los dueños de buses de la ciudad
capital; en el resto del país todavía no ha entrado en crisis.
Cuando el general Omar Torrijos le repartió los cupos a los
trabajadores del transporte, era con el fin de lograr cambios importantes en la
atención del mismo; se suponía que al ser los conductores dueños de sus propios
negocios los atenderían mejor y que sus ganancias revertirían en el desarrollo
de un mejor transporte y de sus familias. Rápidamente eso cambió, en vez de
construirse fuertes agrupaciones empresariales, vía asociatividad, lo que
sucedió fue que los dueños se creyeron empresarios por sí mismos y corrieron a
buscar palancas (empleados), pasando a ser unos mal-administradores de un
negocio que requería de transformaciones a corto plazo. Esta realidad no entró
en crisis por dos décadas, dado que el volumen de los usuarios todavía no exigía
otras formas de transporte, como ocurrió a partir de 1990 cuando llegamos a 2.3
millones de habitantes con una población en la capital de 1.072 millón (en 1970
la población total era de 1.4 millón, existiendo tan solo 576 mil habitantes en
la capital).
El sistema de propiedad individual del transporte colectivo, de 2
mil 120 pequeños inversionistas que carecen de una visión empresarial, impide la
capitalización necesaria, el planeamiento, la toma de decisiones y el
mantenimiento que se requiere para invertir en la modernización del transporte
colectivo.
Nadie por sí mismo es autocontrolable, a nosotros nos controla el
sistema administrativo, el sistema de leyes y de reglamentos internos, el
sistema de fiscalización, el sistema de planeamiento y exigencias para su
cumplimiento, en fin, nos controla la estructura gubernamental y empresarial
existente.
El sistema de propietarios bloqueados, sin dirección, y sin
expectativas, producto del egoísmo propio del individualismo galopante que
cabalga por las praderas del aislamiento, que incentiva esta forma de propiedad,
impide la madurez necesaria para entender lo que significa una corporatización
de las piqueras de buses.
Es decir, que cada dueño de cada piquera coloca a disposición los
cupos y las unidades como inversión de una sociedad anónima, que nombrará una
junta directiva y a su vez esta nombrará un gerente que se encargará de llevar a
la práctica todas las instrucciones emanadas de la asamblea de socios. Siendo la
junta directiva la fiscalizadora de esa acción. Los socios cobrarán dividendos
cada período determinado por su asamblea. El gerente, por su parte, contratará
choferes, controladores, cobradores, invertirá en talleres para reparación y
mantenimiento, entre otras medidas, y pagará un salario más comisiones, junto
con sus respectivas prestaciones. Ni qué decir que participará, producto de su
gestión bancaria exitosa, en los grandes proyectos de masificación del
transporte público que es una necesidad de ayer.
Una piquera tiene como promedio 150 a 200 dueños de certificados
de operaciones; no puede ser que sea más difícil ponerse de acuerdo entre ellos,
que, por ejemplo, los asociados de la Corporación La Prensa, que tiene más de 2
mil miembros.
Lo que sí es cierto es que si nuestros amigos del transporte
colectivo no son capaces de entender esto, este gobierno o el que vendrá
después, está obligado a liquidar el individualismo que entroniza una realidad
lúgubre que mantiene secuestrada a la población de la capital de Panamá, en
circunstancias que han sido y son mucho más terribles y groseras que lo que pudo
ser la tragedia del 23 de octubre.
El que no quiere cuando puede, no podrá cuando quiera.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
muchas gracias por su atinado comentario, lo veremos con mucha atención