Volante No. 1
Primer Capítulo del libro EL DIPUTADO O LA MUERTE DEL PRÌNCIPE del autor Moisés Pinzón Martínez... de venta en la librería Cultural Panameña
¿Está seguro que usted no se alimenta de los Gobiernos?
21
de marzo del 2004👈👈
«Si
cierras las puertas a todos los errores, dejarás fuera la verdad.»
Tagore.
«Yo no como ni vivo de ningún gobierno» Con
estas palabras se justifican aquellas personas por su apatía política. Y cierran la discusión diciendo: «Si no
trabajo todos los días, nadie me va a regalar
nada».
En este milenium de las encuestas, de las estadísticas y de la planificación, nos preguntamos: ¿Cuántas personas son representativas en esta forma de pensar? Este grupo lo conforman un 70% en Estados Unidos, un 65% en Colombia, un 40% en Venezuela, un 25% en Panamá, que es el porcentaje de abstención en el voto. En la mayoría de los países del mundo hay porcentajes de abstención muy altos; el caso de nuestro país no es normal, lo que indica que la participación ciudadana se mantiene en óptimos niveles. Obsérvese que en EE.UU. solo vota el 30% de la población electoral; lo que quiere decir que si el presidente gana con el 51% de los votos emitidos, finalmente sería un poco más del 15% del total de los que debieron ejercer su derecho al sufragio; lo que convierte al presidente de ese país en el menos democrático del mundo.
Incluso aquellos que no votaron por cambios
tardíos de residencia o por desconocimiento
de algún proceso administrativo, en realidad se excluyen por la
poca importancia que le conceden a las elecciones y ese «poco
importa» está matizado por esta claudicación en la visión de la política y de las elecciones como
método válido para avanzar hacia condiciones de convivencia e interacción
que permitan solucionar los graves problemas de la sociedad: pobreza,
inseguridad social, desarrollo desigual e iniquidad en el acceso y goce de
los bienes producidos por el progreso de la humanidad.
De este grupo de ciudadanos que no votan,
se podría decir que es en protesta por la desidia de sus gobernantes; llegando
a la conclusión de que todos son iguales y que mientras están en busca de los
votos prometen y prometen, pero que, al
llegar a la instancia de poder, se olvidan de las promesas. Además se argumenta
que por muy honesto y por mucha buena voluntad que posea un candidato, al
llegar al poder sufren una total metamorfosis: cambian teléfono,
residencia,..., cambian amigos.
Una de las razones del abandono de muchos candidatos ganadores es debido al costo económico de las campañas políticas y el riesgo que implica tal inversión; esto lleva al candidato ganador a entender el sufragio en proporción a lo invertido. Se divide el costo de la campaña entre los votos obtenidos. Llegando a la conclusión práctica de que habiendo pagado cada papeleta, ya no hay compromisos con sus emisores; pasando inmediatamente a recuperar su inversión, más intereses. Otra de las razones son las necesidades económicas y sociales, que abundan en nuestros países, siendo las elecciones una esperanza para miles de activistas y participantes de la contienda política, para la solución de sus problemas personales, en la medida que sus expectativas se reducen a la obtención de un puesto público. Dada las limitaciones reales para resolver, por parte del candidato, a tantas personas involucradas, pues la única forma de ganar es con la participación activa de muchísima gente, tanto en aportes físicos como financieros, es por lo que al final, el candidato, termina encerrándose en sí mismo y en su pequeño grupo de colaboradores.
El Estado principal inversor
No obstante esta realidad, que es el problema a resolver mañana, no invalida la enorme importancia que tiene el gobierno de un Estado en la solución y desarrollo de las expectativas de cada uno de sus habitantes.
El Estado, en cualquier país, es el
principal inversor, empleador, promotor, estimulador y orientador de la
economía. Esto es así incluso en los Estados Unidos de Norteamérica, donde el
presupuesto anual está en el orden de los trillones de dólares, cifras que no
logran mis neuronas sintetizar. En Panamá, el presupuesto anual del Gobierno
Central es de alrededor de 5,600 millones
de dólares; no existiendo empresa alguna que represente
tanto dinero en gastos. Por ejemplo, el presupuesto de inversión para el año
2003 fue
de
540
millones
de
dólares;
de
los
cuales,
los
«excelentes» administradores de entonces, solo lograron invertir el 40% (igual
que en el gobierno post-invasión). Es decir, que dejaron de gastarse 324
millones
de
dólares...
¿Cuántas empresas dejaron de ser estimuladas por la ausencia de los contratos que podrían ser generados por esas inversiones? ¿Cuántos nuevos empleos dejaron de crearse?
En una población de solo tres millones de habitantes y en medio de una economía en crisis, estas cifras son determinantes y afectan definitivamente el status de todos los ciudadanos. Nos referimos a empresas que dejaron de comprar facturas a las imprentas, publicidad a los medios, insumos a los proveedores. Igualmente se dejaron de contratar empleados que no compraron chichas y empanadas a los vendedores ambulantes, que no almorzaron en fondas, que no subieron a autobuses diariamente, en fin no se convirtieron en consumidores. Ni qué decir de que los ejecutivos, en medio de una política de austeridad, evitaron gastos normales de lujo; tales como ampliaciones en sus casas de campo, préstamos bancarios para desarrollo de sus negocios o viviendas, viajes de recreo, que representarían contrataciones de más empleados y, en su conjunto, se dejó, de igual manera, de estimular la economía del país.
Todo aquel que tiene algún negocio
independiente se verá afectado, debido a que una parte de sus colegas, al verse
asfixiados en sus mercados naturales, en busca de alternativas, no encontrando
soluciones en otros sitios de la geografía del mercado, colocarán sus
establecimientos en las áreas que mantienen viva una clientela, las
expectativas de los que tienen negocios en esos lugares se verán reducidas por
el aumento de la oferta. Y solo nos
referimos al 10% del total de lo
que representa el presupuesto general del gobierno en un año.
Veamos cómo funciona el otro 90%: En el
año 2000, a principio de la
administración de «Mireya en el país de las maravillas», se realizaron
tantos desaciertos, despidos masivos, incluyendo funcionarios que eran
esenciales en el manejo de fondos internacionales, anulación de contratos
Estatales con empresas privadas (en algunos casos, no terminaron los proyectos
pero tuvieron que pagarles el total del contrato obligados por cláusulas
legales), entre otras tantas faltas que se cometieron en un lapso de tan pocos
meses, que se provocó una
contracción inmediata de los
mercados tanto de inversión como de consumo.
Las empresas pasaron a manejar políticas
de austeridad, en donde los primeros afectados fueron los trabajadores
asalariados, que, junto a los despedidos
empleados públicos, engrosaron las filas de los no consumidores (desempleados).
Esto fue el comienzo de la avalancha, acrecentada significativamente con la
descapitalización y el asalto a los bolsillos de los panameños por parte de las
empresas extranjeras de luz y de teléfono, que aprovechando la ceguera del gobierno
(éste controla el 49% de ellas más el 2% de los trabajadores), pasaron a accionar
con agresividad para recoger sus ganancias en el menor tiempo posible.
El sector que inmediatamente es afectado es
el de la construcción. Ante la falta de un mercado creciente, se paraliza. Ante esta situación, siendo la
construcción el sector de mayor consumo
de mano de obra flotante, las medidas de austeridad del resto de las empresas
se hacen más duras, paralizando la industria de la publicidad (imprentas,
diseñadores, Tv, radio, diarios, publicitarias). Enviando a sus casas a más
desempleados y afectando sensiblemente los ingresos de los que aun lo tienen.
Todo esto en tan solo un año... El gobierno ensimismado en su reinado, seguros que mantienen los presupuestos para pagar sus planillas y suntuosos gastos, no toma medidas de contingencias ante un inminente colapso nacional. Sin saber que su hora también se aproxima.
Una cantidad considerable de empresas
declaran pérdidas al final de ese año 2000 y, «hábilmente», otras tantas se
cuelan entre el montón (aquellas que no pudieron declarar perdidas, presentaron
«Declaraciones de Renta» inferiores a la realidad); esto da comienzo al vía
crucis del gobierno.
Como consecuencia, en el 2001, se reducen
significativamente los ingresos del gobierno en más del 30%, afectando sensiblemente el gasto público. Sin embargo, la incapacidad de las
autoridades es de tal magnitud, que, más
que hacer una reconstrucción de los hechos y ajustar políticas y medidas de contingencia urgentes, mantienen
su proceder igual, convencidos de que están
viviendo un «cuento
de hadas» y a la esperas de «Aladino y su lámpara maravillosa», el que va a resolver todos los problemas por
arte de magia.
Al término del 2002 cierran operaciones (QUIEBRAN) más de 1800 empresas, mientras que el gobierno sigue incapaz de interpretar la realidad nacional e internacional en crisis. Y para empeorar las cosas se ponen en práctica las medidas mal orientadas, para la aplicación de los acuerdos con la Organización Mundial de Comercio, que implican la reducción de los impuestos de importación, desprotegiendo a la mayoría de las empresas productoras de bienes. Se liquida así, de un plumazo, a la industria textil, a Acero Panamá, y a muchas otras medianas empresas. Colateralmente, se trasladan a otras fronteras las fábricas de pinturas, jabones, dentífricos, leche condensada, entre otras; resultando más de 8000 desempleados adicionales.
Esto realmente coloca a la nación en una situación de espanto. Espanto que pone en guardia a las empresas más grandes del país, que han resistido a la hecatombe y que en medio del temblor, que amenaza los bienes acaudalados o heredados, pasan a ser vendidas a capitales extranjeros. Estimulando, aun más, la descapitalización sistemática del país. En ese camino son vendidas las cervecerías, fábricas de gaseosas, Cemento Panamá, fábricas de botellas, de rótulos, emisoras, entre muchas otras empresas.
Al cierre de esta edición tendríamos que anotar que los socios, dueños, de Cemento Panamá, estarán arrepintiéndose cada día por semejante brutalidad, no dudo que sucede parecido con las otras empresas; ya que cinco años después, con la ampliación del Canal y el despegue vertiginoso de la construcción (como producto de la gestión del Gobierno de Martín Torrijos 2004-2009) la demanda de cemento, junto con el resto de los rubros económicos, creció sostenidamente en cifras exponenciales. Es una pena que esas utilidades, junto con las producidas por nuestro patrimonio (Luz y teléfono), sean para alimentar las necesidades en otras fronteras, tema este tratado en el libro Visión Empresarial.
La incompetencia del gobierno afecta absolutamente a todos los panameños, incluyendo a aquellos que están «según ellos» gozando las bonanzas de un salario gubernamental. Todos hemos visto cómo se han esfumado nuestros ahorros, nuestros proyectos y nuestras esperanzas. Ciertamente hay grupos que están creciendo e ignorantemente aplauden los sucesos, sin percatarse que su realidad sería inconmensurablemente superior en una situación de estabilidad y crecimiento nacional sostenido; e ingenua-mente no observan su entorno plagado de tumbas, incluyendo a sus parientes y amigos.
Entonces, mi estimado lector, no todos los gobiernos ni sus
gobernantes son iguales; hay unos mejores que otros. Esa es la diferencia,
desarrollada y acumulada a lo largo de
los siglos y que permite que hoy, a pesar de las dificultades y pérdidas,
nos encontremos en una situación superior a la existente hace 100 años atrás.
En la historia, como una necesidad
del desarrollo, aparecen momentos extraordinarios en las cuales, en el lapso de
pocos años, se efectúan hondas e irreversibles transformaciones, de manera
violenta. No obstante, el curso común del progreso humano también se
abre paso y se consolida a través de procesos de interacción política y
del devenir de sistemas de convivencia socialmente pactados y que permiten la
consolidación de las conquistas y logros, o la preparación para el surgimiento
de nuevos momentos de eclosión de formas de convivencia más avanzadas.
El nuevo marco de convivencia social,
producto de desarrollo cultural, permiten visualizar una nueva era de «coexistencia pacífica» entre los seres
humanos que permite el desarrollo por
nuevos senderos democráticos. Es en estas circunstancias y desde las experiencias más recientes podemos concluir, estimados lectores y lectoras,
que, a lo largo de los siglos, hoy somos mejores que ayer. Salgamos a
votar, porque el futuro merece nuestro
mejor esfuerzo.
Presentado por PABLO PUEBLO el 3 de marzo de 2024
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