El petroleo bajo de precio

«LA MISIÓN DE UN DIRIGENTE ES SER IMPRESCINDIBLE POR EL MENOR TIEMPO POSIBLE.» General Omar Torrijos Herrera.
Hoy Sábado 13 de junio de 2015, a las 8:45 p.m. , luego de 5 meses de tenaz constancia, logramos recibir la visita número 100,000. El 12 de agosto (2 meses) logramos la visita número 200,000. El 21 de septiembre logramos la vista No.300,000. Gracias---Dejaré esta información por un asunto histórico.
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domingo, 3 de marzo de 2024

Mireya Moscoso, el gobierno más desastroso de la historia

Volante No. 1

Primer Capítulo del libro EL DIPUTADO O LA MUERTE DEL PRÌNCIPE del autor Moisés Pinzón Martínez... de venta en la librería Cultural Panameña 

¿Está seguro que usted no se alimenta de los Gobiernos?

21 de marzo del 2004👈👈

 

«Si cierras las puertas a todos los errores, dejarás fuera la verdad.»

Tagore.


«Yo no como ni vivo de ningún gobierno» Con estas palabras se justifican aquellas personas por su apatía política.  Y cierran la discusión diciendo: «Si no trabajo todos los días, nadie me va a regalar nada».

 

En este milenium de las encuestas, de las estadísticas   y de la planificación, nos preguntamos: ¿Cuántas personas son representativas en esta forma de pensar? Este grupo lo conforman un 70% en Estados Unidos, un 65% en Colombia, un 40% en Venezuela, un 25% en Panamá, que es  el  porcentaje de abstención en el voto. En la mayoría de  los países del mundo hay porcentajes de abstención muy altos; el caso de nuestro país no es normal, lo que indica que la participación ciudadana se mantiene en óptimos niveles. Obsérvese que en EE.UU. solo vota el 30% de la población electoral; lo que quiere decir que si el presidente gana con el 51% de los votos emitidos, finalmente sería un poco más del 15% del total de los que debieron ejercer su derecho al sufragio; lo que convierte al presidente de ese país en  el  menos democrático del mundo.

 

Incluso aquellos que no votaron por cambios tardíos  de residencia o por desconocimiento de algún proceso administrativo, en realidad se excluyen por  la  poca importancia que le conceden a las elecciones y ese «poco importa» está matizado por esta claudicación en la visión  de la política y de las elecciones como método válido para avanzar hacia condiciones de convivencia e  interacción  que permitan solucionar los graves problemas de la sociedad: pobreza, inseguridad social,  desarrollo  desigual e iniquidad en el acceso y goce de los  bienes  producidos por el progreso de la humanidad.

 

De este grupo de ciudadanos que no votan, se podría decir que es en protesta por la desidia de sus gobernantes; llegando a la conclusión de que todos son iguales y que mientras están en busca de los votos prometen y prometen,  pero que, al llegar a la instancia de poder, se olvidan de las promesas. Además se argumenta que por muy honesto y por mucha buena voluntad que posea un candidato, al llegar al poder sufren una total metamorfosis: cambian teléfono, residencia,..., cambian amigos.

 

Una de las razones del abandono de  muchos candidatos ganadores es debido al costo económico de las campañas políticas y el riesgo que implica tal inversión; esto lleva al candidato ganador a entender el sufragio  en  proporción a lo invertido. Se divide el costo de la campaña  entre los votos obtenidos. Llegando a la conclusión práctica    de que habiendo pagado cada papeleta, ya no hay  compromisos con sus emisores; pasando inmediatamente a recuperar su inversión, más intereses. Otra de las razones son las necesidades económicas y sociales, que abundan en nuestros países, siendo las elecciones una esperanza  para  miles de activistas y participantes de la  contienda  política, para la solución de sus problemas  personales, en la medida  que sus expectativas se reducen a la obtención de un puesto público. Dada las limitaciones reales para resolver, por parte del candidato, a tantas personas involucradas, pues la única forma de ganar es con la participación activa de muchísima gente, tanto en aportes físicos como financieros, es por lo que al final, el candidato, termina encerrándose en sí mismo y en  su pequeño grupo de colaboradores.

 

El Estado principal inversor

 

No obstante esta realidad, que es el problema a  resolver mañana, no invalida la enorme importancia que tiene el gobierno de un Estado en la solución y desarrollo de las expectativas de cada uno de sus habitantes.

 

El Estado, en cualquier país, es el principal inversor, empleador, promotor, estimulador y orientador  de  la economía. Esto es así incluso en los Estados Unidos de Norteamérica, donde el presupuesto anual está en el orden de los trillones de dólares, cifras que no logran mis neuronas sintetizar. En Panamá, el presupuesto anual del Gobierno Central es de alrededor de 5,600 millones de dólares; no existiendo empresa alguna que represente tanto dinero en gastos. Por ejemplo, el presupuesto de inversión para el año 2003  fue  de  540  millones  de  dólares;  de  los  cuales,  los «excelentes» administradores de entonces, solo lograron invertir el 40% (igual que en el gobierno post-invasión). Es decir,  que  dejaron  de  gastarse  324  millones  de  dólares...

 

¿Cuántas empresas dejaron de ser estimuladas por la ausencia de los contratos que podrían ser generados por esas inversiones? ¿Cuántos nuevos empleos dejaron de crearse?

 

En una población de solo tres millones de habitantes y en medio de una economía en crisis, estas cifras son determinantes y afectan definitivamente el status de todos los ciudadanos. Nos referimos a empresas que dejaron de comprar facturas a las imprentas, publicidad a los medios, insumos  a  los proveedores. Igualmente se dejaron de  contratar  empleados que no compraron chichas y empanadas a los vendedores ambulantes, que no almorzaron en fondas, que  no subieron a autobuses diariamente, en fin no se convirtieron en consumidores. Ni qué decir de que los ejecutivos, en medio de una política de austeridad, evitaron gastos normales  de  lujo; tales como ampliaciones en sus casas de campo, préstamos bancarios para desarrollo de sus negocios o viviendas, viajes de recreo, que representarían contrataciones de más empleados y, en su conjunto, se dejó, de igual manera, de estimular la economía del país.

 

Todo aquel que tiene algún negocio independiente se verá afectado, debido a que una parte de sus colegas, al verse asfixiados en sus mercados naturales, en busca de alternativas, no encontrando soluciones en otros sitios de la geografía del mercado, colocarán sus establecimientos en las áreas que mantienen viva una clientela, las expectativas de los que tienen negocios en esos lugares se verán reducidas por el aumento de la oferta. Y solo  nos referimos al 10% del total  de lo que representa el presupuesto general del gobierno en un año.

 

Veamos cómo funciona el otro 90%: En el  año  2000, a principio de la administración de «Mireya  en  el país de las maravillas», se realizaron tantos desaciertos, despidos masivos, incluyendo funcionarios que eran esenciales en el manejo de fondos internacionales, anulación de contratos Estatales con empresas privadas (en algunos casos, no terminaron los proyectos pero tuvieron que  pagarles el  total del contrato obligados por cláusulas legales), entre otras tantas faltas que se cometieron en un lapso de tan pocos meses, que  se provocó una contracción inmediata  de  los  mercados tanto de inversión como de consumo.


Las empresas pasaron a manejar políticas de austeridad, en donde los primeros afectados fueron los trabajadores asalariados, que, junto a los  despedidos empleados públicos, engrosaron las filas de los no consumidores (desempleados). Esto fue el comienzo de la avalancha, acrecentada significativamente con la descapitalización y el asalto a los bolsillos de los panameños por parte de las empresas extranjeras de luz y de teléfono,  que aprovechando la ceguera del gobierno (éste controla el 49% de ellas más el 2% de los trabajadores), pasaron a accionar con agresividad para recoger sus ganancias en el menor tiempo posible.

 

El sector que inmediatamente es afectado es el de la construcción. Ante la falta de un mercado creciente, se  paraliza. Ante esta situación, siendo la construcción el sector  de mayor consumo de mano de obra flotante, las medidas de austeridad del resto de las empresas se hacen más duras, paralizando la industria de la publicidad (imprentas, diseñadores, Tv, radio, diarios, publicitarias). Enviando a sus casas a más desempleados y afectando sensiblemente los ingresos de los que aun lo tienen.

 

Todo esto en tan solo un año... El gobierno ensimismado en su reinado, seguros que mantienen los presupuestos para pagar sus planillas y suntuosos gastos, no toma medidas de contingencias ante un inminente colapso nacional. Sin saber que su hora también se aproxima.

 

Una cantidad considerable de empresas declaran pérdidas al final de ese año 2000 y, «hábilmente», otras tantas se cuelan entre el montón (aquellas que no pudieron declarar perdidas, presentaron «Declaraciones de Renta» inferiores a la realidad); esto da comienzo al vía crucis del gobierno.

 

Como consecuencia, en el 2001, se reducen significativamente los ingresos del gobierno en más del 30%, afectando sensiblemente el gasto público. Sin embargo, la incapacidad de las autoridades es de tal magnitud, que,  más que hacer una reconstrucción de los hechos y ajustar políticas  y medidas de contingencia urgentes, mantienen su proceder igual, convencidos de que están viviendo un «cuento de hadas» y a la esperas de «Aladino y su lámpara maravillosa»,  el que va a resolver todos los problemas por arte de magia.

 

Al término del 2002 cierran  operaciones (QUIEBRAN) más de 1800 empresas, mientras que el  gobierno sigue incapaz de interpretar la realidad nacional e internacional en crisis. Y para empeorar las cosas se ponen en práctica las medidas mal orientadas, para la aplicación de los acuerdos con la Organización Mundial de Comercio, que implican la reducción de los impuestos de importación, desprotegiendo a la mayoría de las empresas productoras de bienes. Se liquida así, de un plumazo, a la industria textil, a Acero Panamá, y a muchas otras medianas empresas. Colateralmente, se trasladan a otras fronteras las fábricas de pinturas, jabones, dentífricos, leche condensada, entre otras; resultando más de 8000 desempleados adicionales.


Esto realmente coloca a la nación en una situación de espanto. Espanto que pone en guardia a las empresas más grandes del país, que han resistido a la hecatombe y que en medio del temblor, que amenaza los bienes acaudalados o heredados, pasan a ser vendidas a capitales extranjeros. Estimulando, aun más, la descapitalización sistemática del  país. En ese camino son vendidas las cervecerías, fábricas de gaseosas, Cemento Panamá, fábricas de botellas, de rótulos, emisoras, entre muchas otras empresas.


    Al cierre de esta edición tendríamos que anotar que los socios, dueños, de Cemento Panamá, estarán arrepintiéndose cada día por semejante brutalidad, no dudo que sucede parecido con las otras empresas; ya que cinco años después, con la ampliación del Canal y el despegue vertiginoso de la construcción (como producto de la gestión del Gobierno de Martín Torrijos 2004-2009) la demanda de cemento, junto con el resto de los rubros económicos, creció sostenidamente en cifras exponenciales. Es una pena que esas utilidades, junto con las producidas por nuestro patrimonio (Luz y teléfono), sean para alimentar las necesidades en otras fronteras, tema este tratado en el libro Visión Empresarial.


        La incompetencia del gobierno afecta absolutamente a todos los panameños, incluyendo  a  aquellos que están «según ellos» gozando las bonanzas de un salario gubernamental. Todos hemos visto cómo se han esfumado nuestros ahorros, nuestros proyectos y nuestras esperanzas. Ciertamente hay grupos que están creciendo e ignorantemente aplauden los sucesos, sin percatarse que su realidad sería inconmensurablemente superior en una situación de estabilidad y crecimiento nacional sostenido; e ingenua-mente no observan su entorno plagado de tumbas, incluyendo a sus parientes y amigos.


      Entonces, mi estimado lector, no todos los gobiernos ni sus gobernantes son iguales; hay unos mejores que otros. Esa es la  diferencia,  desarrollada y acumulada a lo largo de  los siglos y que permite que hoy, a pesar de las dificultades y pérdidas, nos encontremos en una situación superior a la existente hace 100 años atrás. En la historia, como una necesidad del desarrollo, aparecen momentos extraordinarios en las cuales, en el lapso de pocos años, se efectúan hondas e irreversibles transformaciones, de manera violenta. No obstante, el curso común del progreso humano también  se  abre paso y se consolida a través de procesos de interacción política y del devenir de sistemas de convivencia socialmente pactados y que permiten la consolidación de las conquistas y logros, o la preparación para el surgimiento de nuevos momentos de eclosión de formas de convivencia más avanzadas.

 

El nuevo marco de convivencia social, producto de desarrollo cultural, permiten visualizar una nueva era de «coexistencia pacífica» entre los seres humanos que permite    el desarrollo por nuevos senderos democráticos. Es en estas circunstancias y desde las experiencias más recientes podemos concluir, estimados lectores y lectoras, que, a lo largo de los siglos, hoy somos mejores que ayer. Salgamos a votar,  porque el futuro merece nuestro mejor esfuerzo.


Presentado por PABLO PUEBLO el 3 de marzo de 2024


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No CREí, No lo IMAGINé, No lo DiJe, no lo soñé 👉🏽Lo EsCRIBí y lo he venido SUSTENTANDO DESDE 2008💥 Ahora, en medio de la REVOLUCIÓN SISTéMICA MUNDIAL, son los ÚNICOS análisis con MÉTODO CIENTÍFICO certero😁
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Pienso que la TRILOGIA DE LA CRISIS debe ser estudiada con cuidado:
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