EL SILENCIO ANTES DE LA TORMENTA 
Moisés Pinzón 
Martínez.
En el acto de conmemoración del 50 aniversario del 9 de enero, 
el discurso que brindara el Dr. Adolfo Ahumada, Directivo de la Autoridad del 
Canal, -emblemático dirigente estudiantil desde antes de estos gloriosos 
eventos- donde él describe con precisión que ya venían dándose indicios del 
disgusto popular con la colocación de la bandera por un pequeño grupo en Colón, 
la Operación Soberanía (siembra de banderas) en 1958, entre otros pequeños 
sucesos que indicaban que la tranquilidad aparente de la población, en aquel 
entonces, no era tal.
Lo cierto es que estos fenómenos a lo largo de la 
historia universal y en especial de Panamá, sobre acumulación del disgusto 
popular siempre son mostrados por pequeños grupos, pequeñas protestas, 
minúsculos eventos. En Colón solo fueron cinco estudiantes, la Operación 
Soberanía solamente eran unas cuantas decenas de personas, entre las que se 
encontraba un niño de tan solo unos dos años, hoy un dirigente de mil batallas 
desde entonces, Elisandro Ballestero. Y el 9 de enero únicamente eran 6 los que 
fueron hasta el Colegio Zonians a reclamar los derechos de TODOS los panameños; 
solo seis –unos 150 estudiantes quedaron en la retaguardia- y fíjense lo que 
sucedió después, muy bien documentado por muchísimos escritores e historiadores. 
“El silencio antes de la tormenta”, así fue en Francia los días antes 
del “Juramento en el campo de juego de pelotas” un 20 de junio de 1789, un 
silencio sepulcral y luego vino la revolución. Así mismo fue la situación en el 
seno de las masas populares, los días antes del 11 de octubre de 1969; y así 
mismo ha sido en todos los grandes procesos de transformación de las diversas 
sociedades a lo largo de la historia.
Hoy, nuestros gobernantes y sus 
padrinos, “la Embajada Norteamericana”, no son capaces de oír el ruido del 
silencio misterioso que cunde en la población panameña, la que rechaza el 
desagradable control dictatorial megalománico que el Presidente de la República 
ha instaurado sobre todos los poderes del Estado, incluyendo la fuerza militar y 
policial, cuyo único fin ha sido el lograr la impunidad en el asalto de las 
arcas del Estado y determinar en forma violenta, si así fuese necesario, las 
próximas elecciones. Y como he escrito en múltiples artículos, para saber cómo 
será el futuro por este tenebroso camino, solo tenemos que mirar a nuestros 
vecinos del sur; sus dirigentes creyeron que la violencia solo se quedaría entre 
los sectores populares, que no le iba a llegar a sus amuralladas barriadas; 
luego que ultimaran a Gaitán en 1948, hoy, después de tantos cientos de miles de 
muertos ya nadie ve más allá de sus dirigentes asesinados y sus familiares 
secuestrados, cuyo resultado es odio, odio, y más odio. Y no olvidemos que ese 
odio fue el que llevó a Uribe a garantizar no la paz, sino que ayudó a promover 
y renovar los mandos en la guerrilla.
El ejemplo digno del 9 de enero de 
1964, cuya consecuencia en el descontento popular fueron correctamente 
encausados en el proceso torrijista, el que culmina con la firma de los tratados 
Torrijos-Carter, debe servirnos de ejemplo en el análisis del quehacer, ahora 
ante la vorágine de un posible desenlace explosivo en los próximos meses. Y no 
se ve las fuerzas que podrías administrar positivamente esa reacción en cadena 
que atenta incluso con la seguridad del Canal de Panamá, dado que el conflicto 
esta vez no será contra una nación extranjera sino entre hermanos 
panameños.
Cuando veo enmudecer al Fiscal Electoral -Eduardo Peñaloza- en 
el caso del intento de soborno con fondos públicos a Molanier y el de Yunito 
Vega repartiendo bienes pagados por el PAN, entre tantos otros similares, 
percibo el callado crujir del fuego que se aproxima; escucho con nitidez, desde 
hace varios años, el creciente silencio antes de la tormenta. Dios primero, hay 
que evitarla a toda costa, porque de lo contrario deben saber que el espíritu de 
los Héroes de Enero y de Torrijos  cada vez está más vigente entre el pueblo 
panameño y su ya sabida operación “Hay que miedo”.
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