ante el Tribunal Supremo
Alemán
1933
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Esta versión la presentamos dado que se acusa a la URSS de complicidad con el fascismo hitleriano; en tanto, desde mucho antes de 1933 ya la comunidad revolucionaria científica ENTENDÍA DETALLADAMENTE el papel que el sistema capitalista le había asignado al fascismo para liquidar el impresionante auge de los movimientos revolucionarios en Europa y el papel transformador de la URSS en el mundo.
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Igual que Calígula que luego de quemar Roma, culpa a los Cristianos; los fascistas Alemanes en 1933 queman su histórico edificio del Parlamento (Reichstag) culpando a los Comunistas.
Dimitrov era el Presidente de la III Internacional Comunista, lo detienen junto con otros dirigentes, culpándolos de haber incendiado el edificio. Esta es su defensa, de la cual tuvieron que liberarlos.
En 1933, todavía Hitler y sus jauría de perros asesinos no tenían el control dictatorial, lo estaban buscando. Se suponía que luego de ese juicio venia la casería y asesinato de demócratas y revolucionarios; de todos modos la hubo, pero varios años después.
En esta defensa de Jorge Dimitrov, Secretario General de la organización mundial de los comunistas, queda extremadamente evidente que ya desde antes de 1933, tanto la URSS como todos los revolucionarios de la época, tenían muy claro quiénes eran los fascistas y quiénes los estaban promoviendo. Realidad ésta patentada en la Guerra Civil Española (1936-1939).
En esta defensa de Jorge Dimitrov, Secretario General de la organización mundial de los comunistas, queda extremadamente evidente que ya desde antes de 1933, tanto la URSS como todos los revolucionarios de la época, tenían muy claro quiénes eran los fascistas y quiénes los estaban promoviendo. Realidad ésta patentada en la Guerra Civil Española (1936-1939).
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Dimitrov: En virtud del artículo 258 del Código Procesal, tengo derecho a hablar a la vez como defensor y como acusado.
El Presidente: Tiene usted derecho a hablar el último y puede ahora hacer uso de ese derecho.
Dimitrov: En virtud del citado Código, tengo derecho a contestar a la acusación y, por lo tanto, a hablar en último lugar.
¡Señores jueces, señores fiscales, señores defensores! Desde el comienzo de la vista de este proceso, hace tres meses, como acusado, dirigí una carta al presidente del tribunal. En aquella carta decía que lamentaba que mis intervenciones diesen lugar a incidentes, pero que rechazaba categóricamente el que mi conducta se interpretase como un abuso deliberado del derecho a formular preguntas y emitir declaraciones con fines de propaganda. Se comprende que, desde el momento en que se me ha acusado, a pesar de ser inocente, traté de defenderme por todos los medios de que dispongo...
«Reconozco -decía en mi carta- que no todas las preguntas fueron formuladas correctamente, desde el punto de vista de su forma jurídica. Ello se explica, sin embargo, por mi desconocimiento de las leyes alemanas. Además, es la primera vez en mi vida que me veo envuelto en un proceso semejante. Si tuviese un defensor de mi elección, habría podido evitar en su totalidad estos incidentes desfavorables para mi propia defensa. He nombrado a una serie de abogados: a Dechev, a Moro-Giaferi, a Campinchi, a Torrès, a Grigorov, a Leo Gallager (de Norteamérica) y al Dr. Lehmann (de Saarbrücken). Pero el tribunal del Reich, con uno u otro pretexto, ha rechazado todas mis designaciones, hasta ha negado el permiso de entrada al señor Dechev. No abrigo ninguna desconfianza personal contra el señor Doctor Paul Teichert, ni como persona, no como abogado. Pero, en la situación de Alemania, Teichert no puede merecerme la confianza necesaria, en su papel de abogado de oficio. Por eso, trato de defenderme yo mismo y a veces doy pasos falsos, desde el punto de vista jurídico.
En interés de mi defensa ante el tribunal y, creo que, también en interés de la marcha normal del proceso, me dirijo una vez más, la última, a ese supremo tribunal, pidiendo se designe al abogado Marcel Villard, que ya ha recibido la autorización de mi hermana, para hacerse cargo de mi defensa. Si esta última proposición mía es rechazada también, desgraciadamente, no me quedará otro medio que defenderme yo mismo en la medida de mis fuerzas y como mejor sepa».
Como esta proposición también fue rechazada, decidí defenderme yo mismo. Puesto que no necesito de la miel, ni el veneno de la elocuencia del defensor que se me impuso, me he defendido todo el tiempo sin la ayuda del abogado.
Naturalmente que en modo alguno me hago solidario del informe del abogado Teichert. Lo que ha de tomarse en cuenta para la defensa es sólo lo dicho por mí ante el tribunal, hasta el presente y lo que voy a decir ahora. No quisiera agraviar a Torgler, que, a mi juicio, ha sido ya bastante agraviado por su defensor, pero debo decir abiertamente: prefiero ser condenado injustamente a muerte por la justicia alemana, que ser absuelto por una defensa como la que hizo de Torgler el Dr. Sack.
El Presidente: (interrumpiendo a Dimitrov) Aquí usted no tiene derecho a criticar.
Dimitrov: Mi lenguaje es apasionado y duro, lo reconozco, pero también mi lucha y mi vida han sido siempre duras y apasionadas. Mi lenguaje es un lenguaje franco y sincero. Estoy acostumabrado a llamar a las cosas por su nombre. No soy un abogado que defiende por deber a su cliente.
Me defiendo a mí mismo, como comunista acusado.
Defiendo mi honor personal de comunista, mi honor de revolucionario.
Defiendo mis ideas, mis convicciones comunistas.
Defiendo el sentido y el contenido de mi vida.
Por esta razón, cada palabra pronunciada por mí ante el tribunal es, por decirlo así, sangre de mi sangre y carne de mi carne. Cada palabra mía es la expresión de mi indignación más profunda contra esta injusta acusación, contra el hecho de que se impute a los comunistas un crimen tan anticomunista.[1]
Se me ha reprochado reiteradamente no tomar en serio al Tribunal Supremo alemán. Este reproche es absolutamente injusto.
Es cierto que para mí, como comunista, la suprema ley es el programa de la Internacional Comunista y el Tribunal Supremo - la Comisión de Control de la Internacional Comunista.
Pero, como acusado, el Tribunal Supremo es para mí un tribunal, ante el que es preciso adoptar una actitud seria, no sólo por el hecho de hallarse integrado por jueces de una especial calificación, sino también porque este tribunal es un órgano sumamente importante del poder del Estado, un importante órgano del régimen social imperante, tribunal que puede condenar en forma inapelable a la mayor pena. Puedo decir con la conciencia tranquila ante el tribunal, y, por lo tanto, ante la opinión pública también, que he dicho la verdad y sólo la verdad en todos los apuntes. En lo tocante a mi Partido colocado en la ilegalidad, me he abstenido de hacer toda clase de declaraciones. He hablado siempre con seriedad y con el sentimiento de la más profunda convicción.
El Presidente: No toleraré que se ocupe usted aquí, en esta sala, de propaganda comunista. Lo ha estado usted haciendo durante todo el tiempo. Si sigue, le retiraré la palabra.
Dimitrov: Debo rechazar categóricamente la afirmación de que persigo fines de propaganda. Podrá pensarse que mi defensa ante el tribunal encerraba cierta eficacia propagandista. Admito que mi conducta ante el tribunal puede servir de ejemplo para un comunista acusado. Pero no era ese el objetivo de mi defensa. Mi objetivo ha consistido en rechazar la acusación, según la cual, Dimitrov, Torgler, Popov y Tanev, el Partido Comunista de Alemania y la Internacional Comunista tienen algo que ver con el incendio.
Yo sé que en Bulgaria nadie cree en nuestra supuesta participación en el incendio del Reichstag. Sé que en el extranjero no hay, en general, nadie que dé crédito a esto. Pero en Alemania las circunstancias son diferentes: aquí, podrían creerse tales afirmaciones extrañas. Por eso he querido demostrar que el Partido Comunista no ha tenido, ni tiene que ver nada con tal delito.
Si se habla de propaganda, hay que decir que muchas de las intervenciones hechas ante el tribunal han tenido este carácter. También las intervenciones de Göbbels y de Göring han ejercido una acción indirecta de propaganda a favor del comunismo, pero nadie puede hacerles responsables de ello. (Animación y risas en la sala).
La prensa no sólo me ha denigrado en todas las formas posibles -esto es lo que menos me preocupa- sino que, en relación conmigo, se ha motejado de "salvaje" y de "bárbaro" al pueblo búlgaro, a mí se me ha llamado "el tenebroso sujeto balcánico", el "búlgaro salvaje", y esto no puedo pasarlo por alto.
Es cierto que el fascismo búlgaro es salvaje y bárbaro. Pero la clase obrera, los campesinos y los intelectuales populares de Bulgaria, que están al lado del pueblo, no son, en modo alguno bárbaros, ni salvajes. El nivel material y cultural de los Balcanes no es indudablemente tan elevado como el de otros países europeos; pero, espiritual y políticamente, las masas del pueblo de mi país no ocupan un nivel más bajo que las masas de los dem´s países de Europa. En Bulgaria, nuestras luchas políticas, nuestras aspiraciones políticas no son inferiores a las de otros países. Un pueblo que ha vivido durante quinientos años bajo el yugo extranjero, sin perder su idioma, ni su nacionalidad, una clase obrera y una masa campesina como las nuestras que han luchado y siguen luchando contra el fascismo búlgaro y por el Comunismo, un pueblo tal no es bárbaro, ni salvaje. Los bárbaros y salvajes en Bulgaria son solamente los fascistas. Pero, yo pregunto, señor Presidente:¿En qué país no son los fascistas bárbaros y salvajes?
El Presidente: (interrumpiendo a Dimitrov) ¿No aludirá usted, por supuesto, a la situación política de Alemania?
Dimitrov: (con una sonrisa irónica) ¡Naturalmente que no, señor Presidente!
Mucho antes de la época en que el emperador alemán Carlos V dijera que "sólo hablaba en alemán con sus caballos" y que los hidalgos alemanes y la gente instruida escribían sólo en latín y se sentían avergonzados de la lengua alemana, en la "bárbara" Bulgaria, los apóstoles Cirilo y Método habían creado y difundido la antigua escritura búlgara.
El pueblo búlgaro luchó con todas sus fuerzas y con todo tesón contra el yugo extranjero. Por eso protesto contra los ataques de que se hace objeto al pueblo búlgaro. No tengo por qué avergonzarme de ser búlgaro y me enorgullezco de ser hijo de la clase obrera de Bulgaria.
Antes de abordar la cuestión de fondo, debo decir lo siguiente: el Dr. Teichert nos ha reprochado el que nos hubiésemos colocado nosotros mismos en la situación de acusados por el incendio del Reichstag. A esto debo contestar que, desde el 9 de marzo, en que fuimos detenidos, hasta que se abrió este proceso, transcurrió mucho tiempo. En este tiempo habrían podido investigarse todos los factores que dejaban margen a sospechas. Durante la instrucción del sumario hablé con funcionarios responsables de la llamada «Comisión del Incendio del Reichstag». Dichos funcionarios me dijeron que los búlgaros no eran culpables del incendio del Reichstag. Sólo se nos acusaba de haber vivido con pasaportes falsos, bajo nombres falsos, sin inscribirnos...etc.
El Presidente: Lo que acaba usted de decir no se ha discutido en el proceso; por tanto, no tiene usted derecho a referirse a ello.
Dimitrov: Señor Presidente, en ese tiempo se debieron analizar todos los datos para descargarnos oportunamente de esta acusación. En el acta de acusación, se dice que Dimitrov, Popov y Tanev afirman ser emigrados búlgaros. Sin embargo, a pesar de ello, hay que reputar como probado que residían en Alemania para los fines del trabajo clandestino. Son, se dice en el acta de la acusación, los "agentes del Partido Comunista de Moscú para preparar la insurrección armada".
En la página 83 del acta de acusación se dice que, a pesar de que Dimitrov manifiesta haber estado ausente de Berlín desde el 25 al 28 de febrero, esto no altera la cosa, ni le descarga de la acusación de complicidad con el incendio del Reichstag. Así lo atestiguan -indica más adelante el acta de acusación- no sólo las declaraciones del Hellmer sino también otros muchos hechos que indican que...
El Presidente: (interrumpiendo a Dimitrov) No debe usted dar lectura al acta de acusación que conocemos suficientemente.
Dimitrov: Debo decir que tres cuartas partes de todo lo que el fiscal y los defensores dijeron aquí, ante el tribunal, hace tiempo ya que es conocido por todos y, a pesar de ello, volvieron a repetirlo. (Animación y risas en la sala). Hellmer ha dicho que Dimitrov y Van der Lubbe habían estado en restaurante Bayernhof. Más adelante, se lee en el acta de acusación:
«Aunque Dimitrov no haya sido sorprendido in fraganti en el lugar del delito, ha intervenido, sin embargo, en la preparación del incendio del Reichstag. Se trasladó a Munich para preparar su "coartada". Los folletos encontrados en poder de Dimitrov demuestran que participaba en el movimiento comunista de Alemania.»
Tal era la base de esta acusación prematura, que ha resultado ser un aborto.
El Presidente: (Interrumpiendo a Dimitrov) No debe usted emplear semejantes expresiones, refiriéndose a la acusación.
Dimitrov: Buscaré otra expresión.
El Presidente: Pero no tan inadmisible.
Dimitrov: Vuelvo, en otro respecto, a los métodos de la acusación y al acta de acusación.
El carácter de este proceso estaba trazado de antemano por la tesis de que el incendio del Reichstag era obra del Partido Comunista de Alemania, e incluso del comunismo mundial. Este acto anti-comunista, el incendio del Reichstag, les ha sido imputado a los comunistas y se les ha presentado como señal para la insurrección comunista, como señal para hacer cambiar la Constitución de Alemania. Con ayuda de esta tesis, se imprimió a todo el proceso un sello anticomunista. En el acta de acusación, se dice:
«…La acusación estima que este atentado criminal había de ser la llamada, la señal para los enemigos del Estado, quienes se proponí,an emprender luego un ataque general contra el Estado alemán con el fin de destruirlo e instaurar en su lugar la dictadura del proletariado, el Estado Soviético, por obra y gracia de la Tercera Internacional...».
Señores jueces: no es la primera vez que se imputan a los comunistas semejantes atentados. No puedo citar aquí todos los ejemplos de esta índole. Mencionaré el atentado ferroviario de Alemania, cerca de Jüterborg, cometido por un aventurero y provocador anormal. Por aquel entonces, se difundió, durante semanas enteras, no s´lo en Alemania, sino también en otros países, la afirmación de que aquel atentado era obra del Partido Comunista de Alemania, de que era un acto terrorista de los comunistas. Luego, el autor resultó ser el anormal y aventurero Matuschka, que posteriormente fuera detenido y condenado.
Recordaré otro ejemplo, el asesinato del presidente de la República Francesa, por Gorgulov. También entonces se dijo en todos los países que este atentado era obra de los comunistas. A Gorgulov se le presentaba como un comunista, como un agente soviético. Y ¿qué resultó? Que dicho atentado habí,a sido organizado por los guardias blancos, y Gorgulov resultó ser un provocador que quería conseguir la ruptura de las relaciones entre Francia y la Unión Soviética.
Recordaré también el atentado contra la Catedral de Sofia. Este atentado no fue organizado por el Partido Comunista de Bulgaria. Pero, a raíz de él, el Partido Comunista fue perseguido. Dos mil obreros, campesinos e intelectuales fueron asesinados bestialmente por las bandas fascistas, con el pretexto de que la catedral había sido volada por los comunistas. Este acto de provocación fue organizado por la policía búlgara. Todavía en 1920, el propio Prutkin, jefe de la policía de Sofia, organizó una explosión de dinamita durante la huelga de los ferroviarios, como medio para provocar a los obreros búlgaros.
El Presidente: (interrumpiendo a Dimitrov) Eso no tiene nada que ver con el proceso.
Dimitrov: El funcionario de policía Séller ha hablado aquí de la incitación comunista al incendio... etc. Yo le pregunté si conocía casos en que los incendios fueran hechos por los patronos y luego imputados a los comunistas. En el «Völkischer Beobachter» del 5 de octubre, se dice que la policía de Settin...
El Presidente: Este artículo no ha sido unido al proceso...
Dimitrov: (trata de continuar).
El Presidente: No tiene usted derecho a hablar de eso, puesto que el hecho no se ha mencionado durante el proceso.
Dimitrov: Toda una serie de incendios...
El Presidente: (interrumpe de nuevo a Dimitrov).
Dimitrov: Esto fue objeto de un atentado, porque toda una serie de incendios fueron imputados a los comunistas. Luego, resultó que habían sido obra de los patronos. «¡Con el fin de proporcionar trabajo!»
Recordaré otro hecho: la falsificación de documentos. Hay una gran cantidad de falsificaciones que fueron explotadas contra la clase obrera. Estos casos son muy numerosos. Sólo recordaré la pretendida carta de Zinoviev, que fue una falsificación, explotada por los conservadores ingleses contra la clase obrera. Recordaré una serie de falsificaciones hechas aquí, en Alemania...
El Presidente: Eso excede los marcos de la investigación judicial.
Dimitrov: Aquí se ha afirmado que el incendio del Reichstag había de servir de señal para la insurrección armada. Se ha tratado de demostrarlo del siguiente modo:
Göring ha dicho, ante el tribunal, que el Partido Comunista alemán se había visto obligado, desde el momento en que Hitler asumió el poder, a atizar el estado de ánimo de sus masas y a emprender algo. Dijo: "¡Los comunistas no tenían más remedio que hacer algo, o ahora o nunca!" Dijo que el Partido Comunista llevaba ya años y años llamando a la lucha contra el nacional-socialismo y que desde el momento de la toma del poder por los nacional-socialistas el Partido Comunista de Alemania no tenía más salida que lanzarse a la acción. ¡Ahora o nunca! El Fiscal general trató de formular esta misma tesis con mayor exactitud y aún «más hávilmente».
El Presidente: No permitiré que agravie usted al Fiscal general.
Dimitrov: El Fiscal general ha desarrollado aquí, como acusador público, lo afirmado por Göring. El Fiscal general, señor Werner, ha dicho:
«El Partido Comunista se hallaba en tal situación, que tenía que emprender la retirada, sin combate, o aceptarlo sin haber terminado aún sus preparativos. Era la única carta que le quedaba al Partido Comunista, en aquellas circunstancias. O renunciar sin lucha a su objetivo, o lanzarse a un acto de desesperación, jugarse el todo por el todo: era lo único que, en aquellas circunstancias, podía salvar la situación. Podía fracasar, pero aunque así fuere, la situación no sería peor que si el Partido Comunista retrocediera sin lucha.»
La tesis, que se lanza y se atribuye al Partido Comunista, no es una tesis comunista. Una hipótesis de esta naturaleza demuestra que los enemigos del Partido Comunista de Alemania lo conocen mal. Para luchar con acierto contra el enemigo, hay que conocerle. La prohibición del Partido, la disolución de las organizaciones de masas, la pérdida de la legalidad, todo esto representa, naturalmente, un duro golpe para el movimiento revolucionario. Pero dista mucho de significar que con ello todo está perdido.
En febrero de 1933, el Partido Comunista se hallaba bajo la amenaza de la ilegalidad. La prensa comunista estaba suspendida y se esperaba la prohibición del Partido Comunista. El Partido Comunista de Alemania sabía muy bien que en muchos países estaban prohibidos los Partidos Comunistas, pero que a pesar de ello continuaban trabajando y luchando. El Partido Comunista está prohibido en Polonia, en Bulgaria, en Italia y en algunos otros países. Yo puedo hablar de esto sobre la base de la experiencia del Partido Comunista Búlgaro. Después del Levantamiento de 1923, el Partido Comunista Búlgaro fue prohibido; pero trabajaba y, aunque ello haya costado grandes sacrificios, se ha hecho más fuerte de lo que era en 1923. Esto lo comprende toda persona dotada de sentido crítico.
El Partido Comunista de Alemania, aun siendo ilegal, en una situación apropiada, puede realizar la revolución. Esto lo demuestra la experiencia del Partido Comunista de Rusia. El Partido Comunista de Rusia era ilegal, sufría sangrientas persecuciones, pero más tarde, la clase obrera, con el Partido Comunista a la cabeza, llegó al Poder. Las cabezas dirigentes del Partido Comunista de Alemania no podían pensar que «todo estaba perdido», ni que estaban ante el dilema de ¡insurrección o muerte! La dirección del Partido Comunista de Alemania sabía perfectamente que el trabajo ilegal costaría numerosos sacrificios y exigiría valor y abnegación, pero sabía también que sus fuerzas revolucionarias se fortificaban y que sería capaz de cumplir las tareas que tenía planteadas. Por eso, está absolutamente descartado que el Partido Comunista de Alemania haya querido, en aquel momento, jugarse el todo por el todo. Los comunistas no son, afortunadamente, tan miopes, como sus enemigos, ni pierden la cabeza en las situaciones difíciles.
A esto hay que añadir que el Partido Comunista de Alemania y los demás Partidos Comunistas son Secciones del Internacional Comunista. ¿Qué es la Internacional Comunista? Me permitiré citar sus estatutos.
El primer párrafo de los estatutos dice así:
«La Internacional Comunista, asociación internacional de los obreros, es la unificación de los Partidos Comunistas de los distintos países en un único Partido Comunista mundial.
Como guía y organizador del movimiento revolucionario del proletariado y portavoz de los principios y de los objetivos del comunismo, la Internacional Comunista lucha por la conquista de la mayoría de la clase obrera y de las extensas masas de los campesinos pobres, por la instauración de la dictadura del proletariado, por la creación de la Federación mundial de Repúblicas Socialistas Soviéticas, por la supresión total de las clases y por la realización del socialismo, primera etapa de la sociedad comunista.»
En este Partido Mundial de millones de hombres, que es la Internacional Comunista, el Partido más fuerte es el Partido Comunista de la Unión Soviética. Es el Partido que gobierna en la Unión Soviética, en el Estado más grande del mundo. La Internacional Comunista, el Partido Comunista mundial, analiza la situación política conjuntamente con al dirección de los Partidos Comunistas de todos los países.
La Internacional Comunista, ante la cual son directamente responsables todas las Secciones, no es una organización de conspiradores, sino un Partido mundial. Semejante Partido mundial no juega con la insurrección, ni con la revolución. Semejante Partido mundial no puede decir oficialmente a sus millones de partidarios una cosa y, al mismo tiempo, hacer secretamente lo contrario. ¡Semejante Partido, queridísimo Dr. Sack, no conoce la contabilidad por partida doble!
El Dr. Sack: Muy bien, prosiga usted su propaganda comunista.
[1] Jorge Dimitrov fue detenido el 9 de marzo de 1933 en Berlí, acusado de provocar el incendio ocurrido en el Reichstag el día 27 de febrero de 1933.
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